Hace unos trece años apareció en Expresso de Jalisco una sección cultural llamada Ronroneos, con la finalidad de atacar el desamparo en el cual se encontraba el periodismo cultural de esta ciudad. Los responsables de la sección éramos Irma Guerra y yo, quienes, como jóvenes y mesías a los que nadie llamó, pretendíamos introducir al universo local temas “extrañísimos” (como el rock, Jaime Sabines, Federico Nietzche o el teatro del absurdo) y darle un chapuzón distinto al arte, arañando el mito de los hombres ilustres y publicando textos de jóvenes poetas e ilustradores cercanos a nuestra generación.
Como es de suponerse, y aún sucede en los medios laguenses, los ronroneos no pasaron de cinco ediciones y se volvieron polvo en la memoria de todo mundo. Al margen del entonces taller literario de la Casa de la cultura nos reuníamos eventualmente para charlar de poesía y porque ambos teníamos en ebullición un propósito común y silencioso: publicar un poemario.
Afortunadamente, la cordura estableció su gobierno: mantuvo guardados los poemas o los envió al cesto. No era momento de echar al vuelo textos de pobre calidad, aún lejanos al rigor literario y a la autocrítica. Habría que sumar experiencias y ejercer con seriedad el oficio de escribir.
De esa fecha a hoy, Irma Guerra trabajó como bibliotecaria y periodista, colaboró en otra malograda publicación de nombre Paralelo 21 (amparada en la Preparatoria Regional por Roberto Castellanos), ganó los Juegos Florales de Lagos, fue a vivir a la Ciudad de México, donde estudió la Licenciatura en Letras, y volvió a Lagos para integrarse a la Universidad de Guadalajara, su casa de trabajo actual.
Este tiempo ha sido basamento para construir Oficio de ser, poemario editado este año por el Centro Universitario de los Lagos, junto con los de José Miguel Becerra y Marco Vinicio Félix, miembros (los tres) el taller literario que coordina en Unión de San Antonio el escritor Fernando Solana.
Oficio de ser no es sólo el título del poemario, sino un ejercicio cotidiano de Irma Guerra, una mujer enamorada de los libros y el rancho, con quien puedes hundirte por horas si hay como piscina un pretexto literario. Es buena conversadora, dueña de la sobremesa y los oportunos chistes. El amor a su ciudad y el estudio de ella le ofrece certeza para seguirla amando. Levante la piedra quien ame tanto a Lagos como Irma Guerra. Recurre a Sor Juana o a León Felipe lo mismo que a los locales González León, Rosas Moreno y extraños como Fernando Nordesternut o Francisco García Diego.
Oficio de ser, este poemario que se postergó por una década, rehaciéndose precisamente en el oficio de ser de la autora, representa un esbozo inicial de lo que será en adelante la obra de Irma Guerra. Despliega una poética clara –no por eso llana- que husmea la frontera de la prosa, sin levantar los pies del territorio lírico. Desde niña te amé, mi Sor Juana, dice Irma sin recurrir a escondrijos literarios y adueñada de la décima musa: Mi Sor Juana.
Los versos establecen una confesión constante, siempre en primera persona y lanzando el anzuelo a la evocación o al anhelo.
Oficio de ser es un poemario de amor, aún en la renuncia del mismo. Amor a las cosas inmediatas, a la nostalgia y la intimidad del sujeto. Amor a la tierra y al despojo de la pareja. No hay aspavientos ni tormentas en el lenguaje, hay un despeñadero interior que en las palabras se va escondido. Paul Valéry describe mejor esta idea cuando dice: Esa voz hiriendo el aire apenas. No sé ustedes, pero el “herir apenas” ya es herir.
No quiero por el momento averiguarles la lectura de este libro. Sólo comparto con Fernando Solana la sugerencia de un fragmento con evidente penetración:
Ya no queda rastro de ti en la casa.
Se fueron tus zapatos,
La camisa que compraste aquella tarde,
el olor a loción de los cajones
y el suéter horrible que tejí para ti,
Quería quedarme con algún recuerdo
Pero con dolía tanto
Tiré todos los años compartidos
Sólo me quedé con tus hijos.
Para llegar a Oficio de ser, Irma Guerra ha transitó una etapa de su vida con rotundos giros y no especuló la espera. Irma es mi amiga dolida de Lagos y ha escrito un poemario de amor, pues seguirá enamorada sin remedio: de este aire, de su ciudad y del oficio de existir.
23.11.05
Oficio de ser
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