15.11.17

El Venadito, dos siglos después

En el bicentenario de la muerte de Pedro Moreno, el sitio donde fue abatido permanece distante y en silencio, guardando con quietud ese episodio trágico de la guerra de independencia.
Para conocer tan entrañable tierra viajamos Berónica, Abril y yo en Semana Santa, bajo un sol rudo y los polvos de la aridez guanajuatense. Fue necesario tomar la carretera que va de León a San Felipe Torres Mochas y en el kilómetro 40 desviarse por una terracería otros 17 kilómetros. Ahí se localiza Nuevo Valle de Moreno, población que no llega a los mil habitantes pero que eventualmente, como en estos días, se llena de visitantes e hijos ausentes que deambulan por la calle tomando cerveza o reposan en la plaza mientras los niños se divierten en un brincolín.
 La antigua Hacienda La Tlachiquera, (cuyo nombre cambió en 1919 a Nuevo Valle de Moreno) es una delegación del municipio de León que permanece en espera de justicia, pues su desarrollo se ha mantenido al margen de la riqueza de la cabecera municipal y sobrevive con impulsos propios. Se enclava en una región árida, de magueyales y cactáceas, pero tiene una tradición agrícola desde la época del virreinato, un orgulloso pasado histórico y personajes relevantes como Bonifacio Collazo, autor de la polka “Coronelas” y el boxeador Chucho Castillo, entre otros.
Ahí nos recibe nuestra anfitriona y guía, Encarnación Ríos Collazo, académica y poeta que en el 2014 publicó la monografía más completa de su tierra: Nuevo Valle de Moreno: Cantar de la memoria. Actualmente vive en Querétaro y acude con frecuencia a pasar unos días con su familia y a recordar su infancia. Con ella pasamos un par de días placenteros y a ratos salimos a caminar las calles de Nuevo Valle. Es relajante descubrir arquitectura digna de conservarse para las nuevas generaciones: casonas de piedra y adobe, banquetas de laja y relieves de cantera en jambas, cornisas y gárgolas. La parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, edificio neoclásico que ha tenido varias intervenciones, es un sitio de obligada visita, así como el antiguo portal y la plaza central.
Otro monumento relevante es el dique de la presa, una obra de ingeniería de la que ya se tiene noticia en el siglo XVIII. Sus dimensiones presumen un periodo de bonanza y tecnología de vanguardia, pues además de regar los campos de la hacienda servía también como molino hidráulico. Fue descrita con admiración en el siglo XIX por el viajero italiano Giacomo Constantino Beltrami, quien escribió: “Es una construcción que si se hallase en Lacio, parecería obra de romanos[1].
También pueden admirarse las ruinas de la antigua Tlachiquera, de la que sólo quedan muros de la capilla y la troje, olvidados en un corazón de manzana por el cambio de traza del pueblo y nuevas construcciones.
Los nuevovallenses viven orgullosos de su historia y cada año escenifican la lucha de los insurgentes, pues el General Pedro Moreno representa una figura patriarcal y amorosa que les da cohesión e identidad. Es por eso que Encarnación nos invita con entusiasmo a visitar el rancho del Venadito, último escenario en la epopeya del insurgente
Para llegar al Venadito hay que tomar camino rumbo a una comunidad llamada Derramadero, y luego desviarse por una brecha hacia el oriente. La distancia, de aproximadamente tres kilómetros y medio, puede hacerse en vehículo. Es recomendable el paseo a pie si se llevan provisiones y protección, pues el asoleamiento en ésta época del año es perturbador.
El Venadito es un es una comunidad marginada con media decena de viviendas habitadas y algunas tapias ruinosas de piedra y adobe. Aunque hay servicio de electrificación, el resto de la infraestructura no existe y el abastecimiento de alimentos debe hacerse en Nuevo Valle o el Derramadero, pues no hay tiendas ni equipamientos disponibles.
Sólo cada año, justo el 27 de octubre, se altera el ambiente cuando llegan las autoridades en caravana y realizan honores a los caudillos. El presidente municipal en turno promete obras en beneficio de la comunidad y se marcha sin volver hasta el año siguiente. A eso están acostumbrados los habitantes de la comunidad y no les quita el sueño, pues en la austeridad han vivido siempre y seguramente así será por mucho tiempo.
Encarnación es generosa y ha traído regalos a una familia de cuatro integrantes que ya nos esperaba con entusiasmo, pues no suelen tener visitas. Eduarda, la madre, nos cuenta de algunas enfermedades que los aquejan y de cómo se puede ser feliz sin la sofisticación de la vida urbana.
Además de las viviendas hay una capilla que permanece cerrada casi todo el tiempo. A unos cien metros, entre la nopalera, se localiza una pequeña glorieta con una inscripción que da testimonio del sitio donde fue azotado Mina. Permanece también en ruinas una troje de veinte metros cuadrados en la que pernoctaron y fueron capturados los insurgentes. Una placa recuerda el suceso:

EN ESTA TROJE FUERON SORPRENDIDOS
POR LAS TROPAS REALISTAS EL 27 DE
OCTUBRE DE 1817 LOS HEROES INSURGENTES
GENERALES PEDRO MORENO I FRANCISCO JAVIER MINA
SACRIFICADOS EN ARAS DE LA INDEPENDENCIA MEXICANA.
EL GOBERNADOR DE GUANAJUATO ORDENO
EL 22 DE JULIO DE 1921 LA COLOCACION DE ESTA LAPIDA.

En 1817, el Venadito era una estancia de ganado perteneciente a La Tlachiquera, cuyos propietarios, los hermanos Mariano y Manuela Herrera, simpatizaban con el movimiento de independencia. De acuerdo con la historia, el 26 de octubre de 1817 llegaron ahí Mina y Moreno para descansar y reorganizar su lucha. Dos meses antes, el 20 de agosto, se había roto el cerco en el Fuerte del Sombrero, cayendo en manos del ejército realista. Tras una serie de “infortunios”, como lo señala Agustín Rivera, Mina y Moreno promovieron algunas acciones fallidas de guerra que no hablaban sino de su mal estado, desánimo y desorganización, así que decidieron tomarse un tiempo para recuperar energía y planear la causa con cuidado. Los hermanos Herrera les ofrecieron El Venadito, un sitio ideal, alejado de cualquier sospecha, pero que les guardaba un funesto desenlace, como lo anota Rivera:

Cuando un hombre ya no puede mover los pies, los brazos ni ningún miembro, cuando todo el cuerpo está descompuesto, y la vida no reside mas que en el corazón y en la cabeza, el corazón y la cabeza van a perder también la vida. Eso iba a suceder.[2]

Ese mismo día, un informante delató su localización ante Francisco Orrantia, coronel realista que venía cazándolos encarnizadamente desde la caída del fuerte. Inmediatamente movió al ejército a cabalgar toda la noche desde Silao con un contingente de quinientos soldados para tomar La Tlachiquera, donde arrestaron a Mariano y a Manuela Herrera y posteriormente asaltar El Venadito con suma facilidad.

Para que tengamos una idea de la gran fuerza del contingente que iba contra nuestros héroes, tengamos en cuenta que los soldados que lo formaban eran parte, ni más ni menos, de los cuerpos de Frontera, Nueva Vizcaya, Nueva Galicia, Dragones de la Sierra Gorda, San Luis, San Carlos, así como de los Regimientos del Potosí. [3]

            Algunos insurgentes lograron huir, Mina fue aprehendido y Moreno, junto con su asistente se internó en una cañada vecina. Para llegar allá se debe bordear un arroyo con múltiples arboledas y accidentes topográficos que seguramente hicieron lenta la huida, considerando que Moreno no había alcanzado a apearse de su caballo y caminó en paños menores casi un kilómetro.
Hoy existe una brecha con huellas de motocicletas y coyotes que los pobladores utilizan para ir a recoger leña o tierra vegetal. Se bordea el arroyo y luego debe cruzarse para subir una cuesta en la que hay una formación de esbeltos peñascos. Ahí se ocultó Moreno mientras Mauricio, su asistente, ofreció ir por unos caballos. Este último fue descubierto y con la promesa de indulto dijo a sus captores el sitio donde el insurgente se encontraba escondido. Al pie de los peñascos, junto a una gran roca y espada en mano, defendió Moreno su causa, sin dar margen a sus enemigos de capturarlo.
En 2017 existe una explanada para actos cívicos y señalética con información básica. La intervención de quienes construyeron el monumento a Moreno no fue acertada, pues la explanada es un cuadrilátero que no respeta la topografía del terreno y se inserta en el paisaje obstruyendo la vista y la naturaleza. Hay, además, un anfiteatro que en lugar de seguir la pendiente del terreno le da la espalda y fue construido con piedra laja transportada desde algún banco extraño, como si aquí no hubiesen piedras dignas para el caso.
A la roca en la que fue abatido Moreno se la adosó una estructura con una inscripción que, entre otras cosas, dice

¿De qué sacrificios no es acreedora la Patria?
Pedro Moreno murió por la libertad de México el
27 de octubre de 1817

A pesar de estos afanes por hacer patria con monumentos artificiales, el verdadero homenaje aquí es el paisaje y el cielo que lo cubre. Cuando llegamos y tomamos un poco de aire, Encarnación pregunta si deseamos decir algo en memoria de Moreno, pero no es posible. No lo es. El peso de la sierra, las águilas que sobrevuelan, el viento en fuga y el azote del sol callan cualquier intención de voz. El paraje donde murió nuestro héroe tiene aún signos de soledad, como la vivió esa mañana, cercado por los fusiles y mirando este mismo cielo transparente, que el viento y la lluvia han limpiado una y otra vez durante dos siglos.




[1] Ríos Collazo, Encarnación (2014). Nuevo Valle de Moreno: Cantar de la memoria. Nuevo Valle Ediciones. Guanajuato, México. Pag. 335

[2] Rivera, Agustín (1875). Viaje a las ruinas del Fuerte del Sombrero. Tipografía de José Martín. San Juan de los Lagos. Pag. 54.

[3] Ríos Collazo, Encarnación (2014). Nuevo Valle de Moreno: Cantar de la memoria. Nuevo Valle Ediciones. Guanajuato, México. Pag. 227