9.7.15

Puertas demasiado pequeñas

Con múltiples pretextos de por medio había tardado en escribir estas líneas sobre Puertas demasiado pequeñas, novela con la que Ave Barrera obtuvo el Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo, convocado en 2013 por la Universidad Veracruzana. Se trata de una lectura incapaz de sepultarse después de una primera lectura, porque revela laberintos humanos tan divertidos como siniestros, en los que puede asombrarse cualquier lector, sobre todo aquel  apasionado con la ciudad, la arquitectura y la pintura.
La historia es narrada por su protagonista, José Federico Burgos, un  pintor copista venido a menos, quien a punto de pisar fondo recibe la oferta de falsificar una pintura europea del siglo XV por una jugosa cantidad de dinero. Su desfachatez ante las circunstancias y una desesperante incapacidad para administrarse moral y económicamente le llevarán a vivir tormentos en la oscuridad que él mismo se ha forjado. Con voluntarioso humor, Burgos cae una y otra vez, sin que los otros personajes (el magnate Horacio Romero y su madre enloquecida, la servidumbre o un indigente llamado Soquet) estén en posibilidad de iluminarlo.
Para quienes disfrutan los intrincados paisajes de Guadalajara, encontrarán una conmovedora postal de los años noventa, que viaja de las vecindades marginales a los círculos de la aristocracia, lo cual es aprovechado por Barrera para hacer un homenaje a dos personajes del siglo XX que contribuyeron a la identidad tapatía: el arquitecto Luis Barragán y el pintor Gabriel Flores, quienes aparecen con intermitencia como mentores espirituales de Burgos, pero en el delirio y en episodios fantasmales.
Cuando surge un narrador jalisciense, como sucedió con Ave Barrera, algunos articulistas se apresuran a encontrarle similitudes con Rulfo, como si todo lo “jalisciense” fuera privativo del ojo rulfiano. A estas alturas es ociosa la comparación. En el caso de Puertas demasiado pequeñas, el discurso se relaja, pero no se sostiene con sentencias breves o lapidarias. Además, la trama invoca sus propios espectros, quienes viven contenidos entre paredes, jardines y resquicios y no en la desolación del campo o del pedregal. La fatalidad se humedece, entonces, en lo arquitectónico y en lo urbano.
Por otra parte, la ciudad es un diorama en permanente vibración, no estático como el páramo. Con Burgos se mueve Guadalajara: en las calles, el antiguo Hospital Civil, el fraccionamiento Colinas de San Javier o el Parque Morelos. En este sentido, tiene más cercanía a María Luisa de Azuela que a la obra de Rulfo.
Como toda obra publicada por instituciones educativas, la distribución de Puertas demasiado pequeñas es limitada, pero promete una cadena de lectores que habremos de recomendarla con placer. Ya hacía falta una vereda distinta en nuestra narrativa y Ave Barrera es de los autores que caminan por delante.  

Puertas demasiado pequeñas, Ave Barrera, Universidad Veracruzana, 20013,