29.8.06

A la violenta e injusta prosperidad




Francisco de Quevedo y Villegas








Ya llena de sí solo la litera
Matón, que apenas anteyer hacía
(flaco y magro malsín) sombra, y cabía,
sobrando sitio, en una ratonera.

Hoy, mal introducida con la esfera
su casa, al sol los pasos le desvía,
y es tropezón de estrellas; y algún día,
si fuera más capaz, pocilga fuera.

Cuando a todos pidió, le conocimos;
no nos conoce cuando a todos toma;
y hoy dejamos de ser lo que ayer dimos.

Sóbrale tanto cuanto falta a Roma;
y no nos puede ver, porque le vimos:
lo que fue esconde; lo que usurpa asoma.



23.8.06



Presentación en Casa Serrano de los libros Todo es Babel y Lámparas de Sueño. D.A., Jorge Souza, Hugo Plascencia y Leticia Cortés.

22.8.06

Lámparas de Sueño

Si me preguntan quién es Leticia Cortés, hay una respuesta definitiva: no lo sé. Estamos frente a una poeta que deja en velo sus circunstancias para que mejor podamos leerla con placer. Una poeta cuya palabra es el hilo de Ariadna en el laberinto inacabable de la poesía. Cuando uno tiene la costumbre de merodear los sitios y estancias donde habitan los poetas es muy probable llegar a toparse con alguno especial. A mí me ha sucedido con Leticia Cortés, a quien alguna vez leí en una antología, la encontré en la red, en el mundo de los blogs o en un boletín de la Secretaría de Cultura. Un poema de Leticia me llevó a otro, y ese a otro más, encadenando mi gusto por una autora cuyos textos son ese hilo que se sigue y no llega al cabo, ni espera llegar.
Ella pertenece a esta generación de poetas menores de treinta, como Antonio Marts, Bethsabé Ortega, Marco Antonio Gabriel, Beatriz Ortiz Wario, Hugo Plascencia o Fanny Enrigue, cuyas obras empiezan a cocinarse en Jalisco y se les ve en antologías, revistas e Internet. Lámparas de sueño, es una edición de autor que inaugura el trabajo individual de Leticia, quien tiene ya experiencia en obras colectivas y ediciones periódicas. Se compone de 23 poemas -tres de ellos prosa poética- sin divisiones capitulares, con una pintura de Carlos Larracilla en la portada.
Es Lámparas de sueño un recinto, el cascarón de una arquitectura que para unos puede llamarse mundo, para otros territorio o, para los menos, habitación. Para ser explícito, referiré aquel poema de Neruda sobre su “Sebastiana”, la casa que construyó en la costa de Valparaíso: “Ya no pensemos más: esta es la casa / ya todo lo que falta será azul”
El recinto de Lámparas de sueño es un mundo pasmoso, con tacto frágil donde todo parece recién inaugurado y recién inaugurado es el modo de percibirlo. Como la casa de Neruda, comienza a llenarse en la primera línea, aunque parezca que siempre ha estado pleno.
(Estoy revuelta
Petrificándome con el frío estoy)
Estamos inquietándonos
Porque embalsamamos la tierra
En nuestra áspera saliva.
Este recinto, a mi modo de ver, tiene tres residentes constantes y capitales para la estructura interior del poemario, los cuales cohabitan y se dejan manosear unos por otros.
El primer residente en Lámparas de sueño es la voz de un yo femenino (no feminista, por cierto) que participa del mundo desde su propio asombro y nos guía a través del libro. Ningún poema es de terceros, siempre es mío, con mis ojos y mi lengua, parecen decir Leticia Cortés o el mismo lector una vez que ha penetrado y se descubre en ese yo femenino. Desde el primer poema, Grito primero, se enuncia. Es su parto, pero también lo es de la palabra, de la voz que trama la poesía: “tengo qué hablar, / esconder mi rostro, / parir este dolor de haber nacido irreductiblemente asustada”.
Efectivamente, el yo establece su condición asustadiza y no se separará más de ella. Es un yo frágil, víctima de circunstancias que parecen a punto de romperse o de cerrar el poema con una contingencia. Es un estado límite en el que se anega, con frases como: “No me dejaré cortar esta vez por el otoño” o “Me fui muda / quedando vacía me fui”.
El segundo residente es aplastante y parece amotinarse poema tras poema. Yo le llamaría tristeza, aunque el yo es tan vulnerable que no puede llamarle de modo alguno. Es omnipresente, se sujeta a las calles o al árbol y mantiene el adolorido paisaje de los textos. Reduce la voz del poeta a su frágil condición. Cuando intenta ser ira es sólo queja y si pretende odio no podrá sino consentir y musitar. Dos ejemplos:
Pasa la vida como lluvia delirante.

Si la soledad fuera una danza
Si tan sólo fuera una danza

El tercero de los residentes aparece irremediablemente en la mayoría de los poemas. Es un , un alguien, otro que apenas asoma en la escena pero siempre es verbalizado; es a quien necesita el yo femenino para asirse y para sostener el poema en su deriva y salvarlo del mar picado en el que está, aunque ambos se hundan juntos. Es un permanente, una pareja amorosa, concebido como el objeto que atiza el mundo pasmoso y su tristeza:
No pretendo hacerme
amarilla de repente
como si el mar
fuera bilis derramándose en la cruz
¿Por qué sembrarte
me resulta tan amargo?
¿Por qué te miro
Y mis pies se ahuyentan del camino?
Estos tres residentes y el oficio de Leticia Cortés cocinaron Lámparas de Sueño, en el cual encontramos poemas certeros como Grito primero, Danza o Asentada raíz, que dice:
No quiero llevar prisa
Para silenciar mi estruendo.
Ni bajar los puños de repente.
No quiero estar esquina
Con la puerta reseca y los labios cerrados.
Mi cuerpo astilla temprano madrugadas.
Quisiera contar tu historia, quedarme muda.
Decir que nos gustaba morir todas las tardes.
Hay un halo cercano a Rosario Castellanos, a Sylvia Plath o a Adriana Díaz Enciso, de quien la autora es especialista. Sin embargo, esta voz es nueva, humedecida por una mujer joven. Dije en un principio: no sé quién es Leticia Cortés. No puedes conocer a alguien que te pasea por el laberinto y te abruma, como sucede en Lámparas de Sueño. Sin embargo, a diferencia de lo que pueda suceder en otras disciplinas, la poesía que abruma y te lleva a recintos de rareza fascinante es halagadora y hace de la palabra una experiencia y no sólo una lectura. En el caso de Leticia Cortés es una experiencia irrenunciable. Hay qué leerla.


*Autor: Leticia Cortés, Ediciones Cuadrivio, Guadalajara, 2006.

Púrpura

Leticia Cortés
Cuando Dante me invitó a presentar Púrpura sabía que sería un reto. La poesía, en cualquiera de sus manifestaciones, siempre representa un reto, sobretodo cuando sentimos que su fin último no se ha cumplido, sin embargo, la poesía de Dante en mí cumplió con el que considero es, el fin último de la palabra: permanecer. La primera vez que lo leí fue en esa antología que hicieron Dante Medina, Raúl Bañuelos y Jorge Souza: Poesía viva de Jalisco y desde entonces Dante ya figuraba en esa permanencia de la que hablo, y en la cual por versos de esta factura se ha consolidado como uno de los jóvenes poetas más prolíferos de Jalisco cito “Yo he dicho que la muerte asemeja el sitio donde amamos / por eso me quedo a temblar” fin de la cita con este verso, Dante no sólo nos recuerda que el color púrpura es la manifestación de lo mágico, y que nos revela la fe y la devoción, sino también la condición humana del poeta cuando se encuentra frente a la realidad que lo sujeta a un papel, concatenando dos instantes de la naturaleza a la que estamos condenados desde siempre, con un verbo que invoca a lo reflexivo siendo artífice de la comunión entre la muerte y el amor. Dante en Púrpura no sólo se ciñe a la poesía, también la vive, las palabras habitan en él. Su poesía se establece desde un Yo poético, desde un lenguaje cotidiano que lo hace universal y en esa transparencia de lenguaje encontramos una libertad de sonoridad, de ritmo, de cadencia. Dante sabe que la poesía es el resultado de un caos, de una inquietud en cualquiera de sus sentidos, porque la palabra viene cuando la perturbación llega. Cito: “Ir, venir, quedar. Si el tiempo estuviera en paz habría evitado este libro, pero - como las aguas de temporal - tiene turbulencia y es necesario ponerlo por ahí, que exista, aunque sea un poco” fin de la cita Desde esta advertencia se puede encontrar ese caos, esa inquietud en los verbos: “ir, venir, quedar” Púrpura nace de un estado de turbulencia anímico. Así, dividido en tres secciones “Yendo” “Quedando” y “Viniendo” encontramos un estado totalmente humano y en el cual se va hacia un punto en particular para después regresar al origen: como la vida misma.
La primera sección titulada “Yendo” está conformada por 11 textos en los cuales las imágenes evocan a la naturaleza cito “llueven la piel, solares manos” fin de la cita En esa misma naturaleza el sujeto poético busca una respuesta, un alguien que lo acompañe en sus noches. En la poesía de Dante el sol asimila el significado del tiempo. Cito “soy un deshojado cuando la tarde descuelga un pasajero de sombras que consume polvo” fin de la cita Lo que caracteriza a la poesía de Dante es esa transgresión de la palabra en la cual los poetas tienen un olor particular cito “Detesto lo que viene del aire porque huele a rosa, a Byron” fin de la cita Dante invoca poetas con aromas de su entorno, así el ensueño en su poesía es un acto plácido, en él encuentra un descanso aunque dentro del placer reposen alimañas que contrastan y en la contraposición de sus adjetivos, sustantivos y verbos, encontramos una nueva manera de nombrar la realidad. Lo que Dante hace en Púrpura es mostrarnos sucesos que se acercan y se alejan en la lobreguez. Sus poemas son instantes llenos de agua y, como menciona Bachelard, el agua es el estado más perfecto de la naturaleza por encontrarse en cualquier estado de la materia. Cito “Hay hombres, como este, que miran llover todavía” fin de la cita también encontramos una atemporalidad en sus poemas, instantes perpetuos en los que el sujeto poético se define cuando dice cito “yo conozco la ciudad y sus gatos turba que ronronea y eleva espectros al mediar la aguja” fin de la cita pero también encontramos lo opuesto como Dios y el Diablo. En sus palabras el Yo poético sabe a qué hora el mal merodea las calles y también lo vemos como un hombre. El Diablo, para Dante, puede ser cualquier humano que se expone a los riesgos de la vida sin ningún miedo.
En la segunda parte de Púrpura, “Quedando” encontramos a Dios de manera más directa. Quedar es no moverse, es permanecer. A diferencia de la primera parte de Púrpura, “Quedando” es una etapa más carnal. Y como Dante sabe que todo debe justificarse, en el poema Ópera Prima el sujeto poético justifica cada uno de sus actos. Cito “Por tu culpa y tu hermética mañana, por tus piernas en fuga, por que la luz persiste y porque víctima siempre soy. Por la escala creciente del infinito, por tus pechos de palacio maya, por tu boca abierta y vaporosa, por las marejadas del cobertor” fin de la cita. Es esta segunda parte de Púrpura el poeta advierte lo que no es en su existencia y advierte al lector que en ciertas horas besar es un peligro. También encontramos en Púrpura instantáneas de París con sus luces y sus calles, la temporalidad del otoño y la arquitectura. En “Quedando” figuran el amor y la carne cito “Dios libera su piel raíz / mientras los amantes, húmedos aún / se alejan del edén / tras el cobre encendido de la tarde”.
La tercera y última parte de Púrpura, Viniendo, se enfoca a la patria, a la escalera que parte del recuerdo de la abuela entendiendo la escalera como una misma representación de su libro, como un ir, venir y quedar. En La escalera encontramos esa rutina de la abuela al subir y bajarla siempre recorriéndola con su asma. La escalera representa la muerte, los ciclos que deben cerrarse. La casa siempre, otro de los poemas que conforman el libro, es el significado de la purificación espiritual. En Púrpura dominan los recuerdos y las pertenencias, fiestas religiosas como Nochebuena, Diciembre 24 y miércoles de ceniza cito “uno no vuelve / la tierra vuelve / se trepa / día a día nos va lapidando” Púrpura debe leerse sabiendo que se encontrará en él, el mundo que nosotros mismos percibimos, pero desde un ángulo poético, en el cual nos hará beber de una pepsi light que alude irónica y sarcásticamente al parafrasear la cultura Light que actualmente nos rodea. Lo que veremos en Púrpura es una confesión del autor a través del poeta, cito “Yo tenía un sube y baja rojo y azul / tan rápido como mi rabia / tan desigual en horas de suicidio. Mamá oprimía el extremo / donde las a veces picaban por las mañanas / justo ahí: en el asiento de mi amigo el muerto” En el vértigo de esta última parte de Púrpura leemos los acontecimientos diarios, lo sencillo que se transforma en permanencia y que a su vez trasciende, lo fácil que uno flaquea al sentir el silenciol. Para leer Púrpura hay que ser cómplices de lo que nosotros también vemos, sentimos, escuchamos, caminamos y comemos, porque la poesía de Dante está en todos lados, nos permite ensoñar y entrar a la realidad poética cuando sucede un relámpago. Su voz poética es un diccionario ambulante de realidades, en ella encontramos todos los acontecimientos del humano, transitan historias con las cuales todos podemos identificarnos. La fluidez de sus poemas, su vitalidad y su sencillez nos provocan un estado puro. Dante es, en palabras de Alberto Ruy Sánchez, un sonámbulo, un sonámbulo que está destinado a llenarse de fantasmas fugaces, y en esa fugacidad encuentra la palabra estable: lo permanente.

17.8.06



´Los esperamos este viernes 18 a las 20:30 horas en Casa Serrano.


Presentación de Púrpura en la capilla Elías nandino, con Leticia Cortés ( a quien agradezco su impulso) y Mauricio Ramírez. Ya en el brindis de deshonor: Beatriz Ortíz Wario, Pedro Goché y Hugo Plascencia. Paty Mata y Ricardo Sigala se movieron, así que no salieron en la foto.

6.8.06

Invitación

Les invito también este Martes 8 de agosto a la charla que sostendré con el tema "La ciudad y los escritores", con motivo del hermanamiento Lagos de Moreno-Sancti Spíritus, Cuba. La Cita es a las 19:00 horas en la Casa del Artesano, de Lagos de Moreno. Entrada gratuita.

1.8.06

Murciélago triste (fragmento)

I

El otoño hace pausa en el zaguán con torpeza de ciego
bufan las palmas
un cable
párpados arriba sisea el aire

hace tiempo no vienen aguaceros a descamar la madrugada
a llevarse este olor de pátina y gatos
a colgar de la cornisa un filo
una reja de cristal que nos deslumbre

me gustaba su murmullo de monje batiendo el tejabán
cuando éramos rapaces, sedientos
y teníamos alas de velero.

Hoy es antártica la hora: se alarga después del almuerzo
desprende trozos de cal, adobe, letanías en nuestro lomo
dice: quietos

Todo es pardo bajo el silencio que precede la hora de otros:
la no nuestra, sino del temblor
del sueño a la deriva de un plumero
resquebrajante

me acurruco a ti: somos estalactitas
cuando vine a la ciudad el amanecer.



II

Alguien en casa escucha Radiohead y asoma sus ojos por la tronera
es el insomne que llega como un bicho al polvo
fantasma sin rostro / acostumbrado a espiar
y a seducir con una copa la copa de estrellas

la música agranda el follaje del naranjo
en mi aguda espuma están sus dedos graves
un deambulatorio que sube y baja este santuario

Un ratón se acerca / ya quisiera mi tiara
y los bemoles donde se enuncia nuestro refugio

los murciélagos estamos hechos de uvés y pequeña pelambre
somos el filo, la oscuridad puntiaguda
vVv vVv vVv
revés con la soledad a cuestas / pelones ojos

Aún así amamos la ebriedad del sonido
las notas donde se baña el hombre de la casa
y el vino que destila su queja.


III

la tristeza es quieta
bálsamo que aleja mosquitos
línea en el ocaso
lavanda herida de un pirú
liturgia de los sin mar
argumento llano

hay un muerto a mi espalda
sudor y naftalina / carraspeos de pedregal
¿hay luz para mirar el mundo con ojos ciegos?

la tristeza es quieta y es mía
todo aleja la tristeza.