27.12.07

Al margen

Ya circula en el espacio electrónico el número 45 de la revista Al margen, que dirige Oscar Huerta. Ahí puedes leer mi cuento El horizonte. Hay, además, textos de Miguel Reinoso, Nadia Contreras, Yolanda Castaño y Francho Aijón, entre otros. La dirección es www.almargen.net

5.12.07

Ciertos pelados en Guadalajara


Aterciopelados son ciertos pelados colombianos (Andrea Echeverri, Héctor Buitrago y músicos de cabecera) que conforman una de las bandas más sólidas del rock en la última década. A ellos les correspondió cerrar la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, versión 2007, esa que se presume como la más importante del mundo en lengua española y que este año sobrepasó los quinientos mil visitantes, teniendo como país invitado a Colombia.
Aunque no existieron tremendas filas, como en tiempos de Silvio Rodríguez o de Joaquín Sabina, antes del concierto estaban ya saturados la explanada de la Expo-Guadalajara y sus aledaños. Según las crónicas, innumerables personas se quedaron fuera, inundando el acceso al lugar y las calles vecinas. La misma Andrea Echeverri saludó a quienes estaban dentro del cuasi auditorio “y a los que están afuera”.
Antes del concierto, apareció en el escenario Victor Trujillo, enfundado en el payaso Brozo, cómo más. Durante casi una hora se hizo el chistorín y animó a los cinco mil y tantos cristianos que lo escuchaban, con el único afán de promover su libro Cuentos tenebrozos. Hay que rescatarle haber asumido una solidaridad con la periodista Lidia Cacho, motivo por el cuál el público empuño un largo griterío de benevolencia, seguido de un abucheo unánime al “gober precioso” y a la Suprema Corte de Injusticia del país.
Luego se apagaron las luces, revolotearon algunas banderas colombianas y apareció la banda a tocar. Andrea Echeverri no es sólo la lider de esta agrupación, sino una mujer que amasija tortas de carisma cuando canta. Arde en el escenario, baila e Interpreta sus canciones (así, con mayúslcula) como si fuera la primera vez. El repertorio ondeó entre sus éxitos Que la felicidad los atropelle, Bolero Falaz y Don dinero hasta El álbum de mi cabeza y La pipa de la paz, canción con la cuál acercaron el concierto a los linderos de un performance.
Después de concluir su programada tanda, los Aterciopelados volvieron tres ocasiones más para complacer la ovación. Todo concluyó como amerita una catarsis: Andrea se embolsó al público con una improvisación, rockeando estrofas de “Guadalajara en un llano, México en una laguna…”, hasta quedar afónica e inclinada ante el “respetable” (y sus correspondientes irrespetables ¿verdad?). Había terminado la FIL.
Entrado diciembre estará en la barranca de Huentitán nada más y nada menos que Björk, esa islandesa revolucionaria del pop. La crónica tendrán que escribirla otros, pues yo me quedaré con las ganas: están muy caros los boletos.

28.11.07

Un día de contracultura




Por quinto año consecutivo, el Centro Universitario de Los Lagos y la revista Generación llevaron a cabo en Lagos de Moreno el Congreso Nacional de Contracultura. 22, 23 y 24 de noviembre, exactamente.
La segunda jornada inició en El cisne, un pequeño bar acurrucado en una esquina de Luis Moreno y Allende, de donde algunas veces vi salir tambaleando a Black Killer, gladiador precursor de los hermanos dinamita. Ahí se celebró por la tarde el convite contracultural, mientras Andrés, el propietario, despachaba sendos tragos de elixir a los asistentes.
Llegamos a medio programa, pues ya se había llevado a cabo la mesa redonda “Tequila vs. mezcal” y se presentaba el libro Cultura/Contracultura y redes de poder, de Eliseo López y Rubén Becerra.
Yahaira Padilla, una de las organizadoras, nos invitó a presentar una muestra de la Red de revistas independientes, pues en Jalisco también se hacen aguas y son, afortunadamente, un torrencial que aporta al país productos creativos de alcance mayor.
La mesa estuvo compuesta por Favio Gámez, de La Jericalla ahogada, Gaby Saldaña, de La otra realidad, Mario Z. Puglisi, de Meretrices, Berónica Palacios, de Papalotzi y Rosario Orozco, de Va de nuez. Nos faltó Sergio Fong, director de La rueda, quien tuvo que quedarse en Guadalajara a preparar el arranque de La otra FIL. Tres revistas de Guadalajara, una de Atotonilco y una de la ribera de Chapala se posesionaron por un rato entre los oyentes, haciendo de la sesión de preguntas y respuestas un foro para embestir con los astados de quienes editan la voz subterránea en este coso regional.
Después de abandonar El Cisne fuimos a comer e instalarnos al Hotel Colonial. Es pequeño el mundo, de veras, pues Mario Z. Puglisi resultó ser pariente de la propietaria y fue allí donde nos encontramos con Alicia Martín, actriz laguense de ferviente amor a la vida artística.
Quien a Lagos llega debe rondar por sus calles y rinconadas, subir al Calvario y tomarse una foto con la estatua de Azuela en el jardín de san Felipe. Eso hicimos el resto de la tarde. Por La noche tuvimos show en Casa Serrano. Primero se inauguró una exposición de Jorge Vite y luego se llevó a cabo la mesa redonda “La cultura como misoginia… de monja a cabaretera”, con una ponencia-performance de la impredecible Iris México y comentarios de Nayeli Santos y Roberto Castelán.
Beropa instaló una mesa con publicaciones periódicas jaliscienses, algunos libros y productos eróticos de Iris México. Luego vino la música, encendida con el sonido urbano de Fractal, un acoplado en el que tocan Iván Antillón (¡qué buena esperanza tapatía!), Delmiro García, Julio Lara y Carlos Avilez, bien conocido por ser miembro de la emblemática banda Cuca.
A medio traqueteo de la emoción vino Checovich Navarro y me dijo “Ahí está Jaime López”. Órale. Siempre hay que creerle a Checovich, quien es lector avanzado y coleccionista de buena música. Efectivamente, el maestro estaba casi embarrado en la pared del fondo, escuchando como cualquier parroquiano. Dijo que sí a un par de fotos y flash flash flash yacuzá yacuzá…
Fue entonces que Fractal interrumpió su sabor e Iván Antillón invitó al escenario a Jaime López. Por una noche me convertí en algo así como un grupi. Cómo no, si el otrora “mequetrefe”, comenzó a tocar Corazón de cacto (“la perra de perras”, diría un conocido mimo de Lagos) y Caite cadáver, dos piezas de mi soundtrack personal que hicieron de Cecilia Toussaint una gurú del rock en los años ochenta. A Jaime López se le conoce más por rolas como La chilanga banda o Ella empacó su bistec, pero es un reverendo compositor de la ciudad y sus achaques. Nació en el Matamoros de Rigo allá por los cincuenta y en el DF se fue agrandando y compartiendo su música con los Toussaint, con Café Tacuba, con José Manuel Aguilera y con otros intérpretes de sobra conocidos.
No me dejarán mentir quienes se quedaron un rato más a pisarle las huellas al inmortal cangrejo: estaba de fiesta la fiesta. Algunos no tendríamos cuerda para el día siguiente, pero otros llevarían a cabo una prórroga de contracultura en esta ciudad a ratos luminosa.


Fotos cortesía de M.Z. Puglisi


7.11.07

Estudios Laguenses*


Hace días fui invitado a participar en la presentación de Estudios laguenses, junto con Alfredo Moreno González, Mario Gómez Mata (quien lamentablemente no pudo acompañarnos por encontrarse convaleciente) y el autor del libro, Sergio López Mena, cuyo trabajo profesional se ha desarrollado en dos vertientes: la literatura y Lagos de Moreno.
Sobre este último tema ha escrito Lagos de Moreno; visto y oído, Luz y gallardía de Lagos de Moreno y Diccionario laguense de hombres y mujeres ilustres, entre otros títulos. También ha reeditado a autores locales como José Rosas Moreno y Francisco González León. Durante los años ochenta publicó la única revista de difusión cultural que existía entonces en la ciudad, me refiero a Alteña, en la que llegaron a colaborar a Eusebio Ruvalcaba, Vicente Quitarte, Ricardo Orozco Castellanos y Elena Poniatowska.
Estudios laguenses es una recopilación de dieciocho artículos y conferencias publicados con anterioridad en periódicos y revistas. Su lectura no requiere un compromiso intelectual para el lector. Se trata de una miscelánea que recorre la historia de la ciudad sin recurrir a órdenes temáticos y acontece, manteniendo un rigor académico, al margen de la pretensión científica. Es, pues, un libro dispuesto a cualquiera.
Suma temas diversos: las primeras descripciones de la Villa de Santa María de los Lagos; apuntes biográficos de personajes como Antonio Gómez Anda o Manuel González Serrano; referencias a personas aún desconocidas (o sepultadas), como Macedonio Ayala, Patricio Arellano o Soledad Orozco Ávila; así como asuntos evitados por un temeroso grueso de laguenses, como la Reforma Agraria, el quehacer cultural actual o la esclavitud durante el virreinato.
El libro concluye con un recuerdo del movimiento político impulsado en 1979 por jóvenes profesionistas de niveles socioeconómicos medio y bajo, a fin de desterrar el cacicazgo como status quo. Este cierre no es casual, como señaló el propio López Mena, es un guiño para que la sociedad laguense asuma una deuda: la de reconocerse y enfrentar su actual circunstancia social, cultural y política, así como las relaciones de convivencia en las que subyace. Además, deja un renglón en blanco para que el estudioso de la ciudad apechugue en temas aún vírgenes.
Como es tradición, no hubo en el público un solo personaje de la clase gobernante en el municipio. Quienes deben atender con interés estas actividades son los menos apersonados. Eso sí, cuando se trata de futbol, de política barata o de guarapeta, aparecen en caravana. Y no es asunto privativo de Lagos. Seguramente sucede lo mismo en muchas ciudades del país. Presidentes, regidores y funcionarios son analistas prolíficos de futbol y saben de memoria la alineación de cada equipo, pero cuando hay qué zambullirse en la identidad del sitio que gobiernan son incapaces de nadar o flotan de soslayo, de ahí que se siga gobernando bajo métodos de absoluta ocurrencia o hagan de su labor un corcovo. Textos como el de López Mena son ajenos a ellos. Es más, dudo que algunos abran, al menos por accidente, un libro.
Para el laguense común, quien aboga por levantar la casa chica, Estudios laguenses será un libro enriquecedor y, ojalá, trascendente.


*Estudios Laguenses, Sergio López Mena, Editorial Praxis, México, 2007.

29.10.07

La poesía escampa


Es veinte de octubre: sábado para echarse una vuelta a San Juan Cosalá, pueblo que ya sacude el amanecer adolorido del doce de septiembre. El gobierno limpió arroyos y vertientes (después de ahogado el niño, como siempre) y la comunidad desasolva, con buena voluntad y trabajo, las huellas de aquella tromba que despeinó calles y viviendas a su paso.
Son las seis de la tarde. Quién sabe si habrá actividad, pues la lluvia anda de nuevo con su vaivén de gato. Escucho un chas chas sobre el empedrado y la amenaza de un regaderazo a quien intente andar por las banquetas haciendo dribling bajo gárgolas y aleros.
Por la noche se reunirá la comunidad a recaudar fondos para la reconstrucción. Habrá (si el cielo se aquieta) verbena, antojitos, venta de arte, juegos, música en vivo y embriaguez, cómo no. La fiesta lleva el nombre de todos, locales y extranjeros, hombres y mujeres, niños y ancianos. También poetas.
En el Café Saga, cuadras abajo de la plaza, el Colectivo Cultural La Cueva recibe a oyentes y parroquianos para un recital en beneficio de los damnificados por la tromba. Recital blingüe de poesía, inglés y español parejos, eso me agrada, con seis escritores de la ribera. Es la primera actividad cultural a la que acudo desde que llegué a esta guapa tierra, así que me acomodo en un buen sitio del café y escucho.
Arturo García abre la noche con poemas acunados en la nostalgia, en la infancia, el padre, el amigo perdido y su amada Chapala. Luego viene James Timpton, quien dibuja paisajes mexicanos con la palabra; sus textos, dice la semblanza previa, fueron prologados por Isabel Allende en un reciente libro. Berónica Palacios, la mujer mariposa, nos entrega, a su vez, tres poemas intensos. Es una escritora que se agranda, como pocos, al empuñar sus versos.
Durante el recital, la lluvia se aplaca y cambia su rumor por la verbena y el sonido de un banda, allá en el kiosco. Aquí sigue la poesía dando relinchos y escampando el cielo. Es turno de Michael Warren, hombre de discreta retórica y sin dilación. Luego viene Mario Z. Puglisi, editor de Meretrices, quien escribió un poema ex profeso para la ocasión. Es contundente y nos mantiene quietos. Finalmente, Judy Dykstra-Brown, una entusiasta del evento, lanza su poesía y deja en grata atmósfera al auditorio. Circula entre el público, la mayoría extranjeros, una cubeta para llenar de billetes -aunque no en suficiencia, pero coperacha al fin- la esperanza de San Juan.
Pepe Villalobos se encarga de cerrar el recital con algunas piezas de trova y miel jalisciense. Quienes siguen en su silla saben que la noche se desmodorra aún más, pues hace su arribo el reggae de la banda Colectivo Caracol. Es tiempo de azotar el polvo al canto del Lobito y mover el aguayón, como decía Borola Tacuche. Nadie se queda fuera. Brincan niñas fresas, rockeros, americanos y tiesos, como yo. Por aquí andan Beto Rock y su señora, bienqueridos impulsores del arte. Andan también el pintor Xilotl y otros noctámbulos de oficio.
Esta noche es la noche de San Juan. La poesía dio rango de general a la fiesta y es causa para seguir un rato más.

22.10.07

Cri cri, el caníbal y los otros


Mientras un proceso judicial esclarece si el caníbal de la Guerrero cometió o no antropofagia; mientras Aeroméxico es carnada para el mejor postor (y no la mejor alternativa para la aeronáutica nacional); mientras Fox se exhibe por enésima vez; mientras el Atlante vuelve a ser el chido, aunque pocos lo disfrutemos; mientras Calderón esconde la mano en el gasolinazo; mientras Tonalá arde y las autoridades tocan la lira; mientras Petersen se empeña en desocupar un barrio de toda la vida para meter una vecindad de dos semanas; mientras yo escribo y Julieta Campos se acomoda en el cielo… mientras eso gravita, hay una lindura que conmemoramos los mexicanos en estos días (y nada tiene que ver con Frida o Diego): se trata de los cien años del nacimiento de Francisco Gavilondo Soler, alias Cri-cri: un gavilán orondo: un franciscano gavilán.
Basta decir Cri-cri para relajarnos, volver a la infancia o hacerse de la vista gorda si somos muy machos o “muy maduros”.
Verdad que ajá. Cualquiera, hasta el más chucho o el uyuyuy de la cuadra, sabe de memoria un pedazo de canción nacida del grillito ese. Envidiota para las gemelas Ivonne e Ivette ¿verdad? Yo, o sea mí, tengo mis preferidas. Puedo recordar, así, sin ir al Google -como acostumbran muchos articulistas “serios”- canciones de antología: Los enanitos toreros, El ratón vaquero, La patita o Los pollitos jardineros, tema que bailé en el jardín de niños como todo un Nureyev de pacotilla. Entre todos me emociona El gato de barrio y sus estribillos

Que bonito es mi barrio
sobre todo en las mañanas
cuando pasa echando chispas el camióna lueguito por la tarde
se columpian las campanas
invitando a todo mundo a la oración

Qué bonito es mi barrio
sobre todo por las noches
cuando empiezan los cochinos a roncar
a lo lejos por los cerros
ladran juntos veinte perros
y no dejan las chicharras de cantar


Cri-cri no es un personaje de la infancia, como la mayoría lo clasifica, sino de la mexicanidad. Y me refiero a mexicanidad, no como un término de agregados simbólicos o fastidiosos íconos, sino como un ingrediente pozolario que se paladea y ya. Es otro más del tazón, igual a Chava Flores, a la capirotada, a Renato Leduc, al Santo, a María Sabina, a la familia Burrón, a José Alfredo, a la pomada de la campana, a Morelos o a Botellita de Jerez.
Los demás, el caníbal y el chalet foxiano, se reducen por sí solos. Este país no necesita enrolarse en chismes de ocasión si es productivo, ni meterse a como dé lugar en la esfera dirigida del poder económico internacional o en quemazón política de pocos. Es una sentencia a la Negrita Cucurumbé:

Pero ¡válgame, mujer!
¿Pues qué no ve?
Que así, negra, está bonita,
Negrita Cucurumbé.

12.10.07

San Juan Cosalá


San Juan Cosalá es un pequeño poblado en la ribera de Chapala. Cerca de aquí tuvo su hogar una temporada el dramaturgo Tennessee Williams y fue bajo este paisaje donde escribió algunos de sus memorables dramas. Como él, muchos extranjeros han decidido establecer su residencia en la orilla del lago, afiliándose sin condición a la serena cotidianidad de sus habitantes.
El mes de septiembre vivió el más negro amanecer en la historia del pueblo. Al levantarse el miércoles doce, una tromba azotó la región como cubetada. “La culebra picó dos veces”, dicen los locales, refiriéndose a un fenómeno natural que se repite en ciclos de aproximadamente cinco años. Desde Mezcala hasta Juanacatlán se desbocaron los arroyos; bajaron sin miramiento en San Antonio Tlayacapán, en el Tepalo o en las calles empinadas de Chapala.
Sobre San Juan Cosalá se vino el cerro, acarreando agua, lodos y piedras fulminantes. Entró al pueblo, derribó lo que pudo a su paso e inundó calles y casas, desde el barrio más humilde hasta el Raquet Club, pasando por un albergue infantil. Afortunadamente no hubo muertos, pues la sociedad fue evacuada con oportunidad, pero sí acabó con el patrimonio físico de algunas familias.
El macizo montañoso que preside el norte del lago de Chapala es inestable. A veces caen piedras o se desmoronan los escarpados. Por ejemplo, el cerro de San Miguel, en Chapala, es un constante peligro, pues algunas veces se ha venido abajo parcialmente, arrastrándose en las calles del barrio El Cerrito o colapsando inmuebles en las avenidas Madero e Hidalgo.
Hay una historia triste de todos conocida. Hace unos años cayó un torrencial sobre la región. La gente esperaba que terminara, guardada en su hogar. En una casa humilde, un hombre se levantó de la cama y fue a la ventana. “Ven a mirar la lluvia”, le dijo a su mujer. “No, hace mucho frío”, contestó ella, cobijándose, y apenas había dicho esto cuando una roca entró como demonio, llevando tras de sí la pared y los muebles hasta tronar la cama y prensar a la señora. “¡Sácame, sácame!” decía con el poco aire que le quedaba. El hombre gritó pidiendo auxilio y varios vecinos llegaron para ayudarle a retirar el macizo. Fue inútil, no pudieron salvar a su mujer: falleció bajo el rudo emisario de la montaña.

San Juan Cosalá ha sido declarado por el gobierno “zona de desastre”. Alrededor de mil viviendas fueron afectadas en distintas escalas y veinticinco serán demolidas definitivamente por emplazarse en sitios de peligro. Ahora se efectúan obras de reconstrucción con el apoyo del estado y, sobre todo, por la solidaridad de los habitantes de la ribera.
Ningún siniestro se apodera de las cosas definitivamente. Mientras escribo esto, la luz del sol hace del lago hamaca y se aquieta en los tejados del pueblo. Tiene la brillantez del amanecer. Un amanecer que calienta la esperanza de quienes aquí tienden su vida y no piensan abandonar el hogar, a menos que, algún día, vuelva a caerse el cielo como en este despiadado mes.

26.9.07

blog blog


El blog o bitácora es un recurso que el Internet pone en manos de cualquier mundano para que publique lo que le venga en gana. Hay de todo y para todos: desde sentimentales diarios hasta inteligentes proclamas. Algunos lo utilizan como galería plástica y otros como vertedero sexual; unos coleccionan caricatura política y otros reclaman la incomprensión familiar; hay quienes anuncian su establecimiento y quienes renuncian al sistema establecido. Es un confite de mentalidades, con pequeños Shakespeares e inacabables analfabetas funcionales que a diario postean en la telaraña electrónica.
Eso sí: tiene uno que navegar con pasos de lebrel para no cazar vanalidades o hacerse el idiota por horas. El blog no es una moda, sino un nuevo mecanismo para vertirse al mundo y dejarse leer por cualquiera.
Ahora que la cultura anda desbocada por la red, tenemos la oportunidad de treparnos y decir “algo” (aunque muchos “algos” deberían desvanecerse por inútiles o huecos). Antes esperábamos la venia de un impresor o un espacio en los medios electrónicos. La gran virtud (y el gran riesgo a la vez) del Internet es que no deja desolado a nadie, por eso millones de adolescentes se han colgado de él como el medio que mejor los cobija y algunos adultos intentamos hacerlo familiar.
Un buen navegante sabe andar como Juan en su casa; lee el diario, consulta el clima, escucha la radio o tramita su INFONAVIT; se cuela de un lado a otro, de un sitio a otro, del correo al Chat, de un blog a un fotoblog, de un fotoblog a un videoblog.
Los videoblogs confirman que la red puede ser otra alternativa ante los monopolios televisivos. Algunos son evidentemente creativos. En lo personal, durante un tiempo he seguido la pista a uno español llamado Qué vida más triste, el cual sube a la red semanalmente las aventuras de Borja, su novia Nuria y su grupo de amigos, treintañeros muy ñeros que no hacen sino ver desgastarse la vida con “la play” y la soledad de una generación que aún no sabe mancomunar con su especie. Este modesto proyecto lleva ya dos temporadas circulando en Internet con infinidad de seguidores. Se produce de manera doméstica, con capítulos de cinco minutos y guiones divertidos y sensatos.
Aún es hueca e insuficiente la bondad de las páginas personales, pero muchas saben congratularse con el palpitar de la sociedad en la que vivimos y pueden ser, en vastos casos, mejor opción que escuchar la verborrea totalizante de los Pedros Ferrices, los Guillermos Ortegas, los López Dórigas o cualquier otro hipnotizador de la mediateca al servicio del capital.
En fin, yo estoy apostándole un grato futuro al mundo de la blogería. Esta colaboración de El Cartón irá a parar a mi espacio, por si alguien anda metido en este mundo virtual: www.dantealejandro.blogspot.com. Por ahí nos leemos, nos posteamos o a ver qué hacemos.

14.9.07

La gata


Cuando ampliaron la calzada, tuvieron que cortar como tajo de tarta algunos edificios, entre ellos la casa del hombre. Por fortuna, vivía sólo con su gata y dos televisiones, ocupando únicamente la cocina, uno de los cuartos y el baño, así que no tuvo empacho en perder el resto de la casa. Obras Públicas rehizo la fachada con toda intención minimalista y con la premura que el presupuesto le permitió al ayuntamiento.
Fue uno de sus vecinos, un estudiante de letras, acostumbrado a las gracias, quien le colocó el mote de Asterión de Zaragoza, en alusión al pobre bóvido-hombre encerrado por el Minos gubernamental en el laberinto urbano.
La Calzada Zaragoza es hoy una amplia rambla a donde van de día los niños y de noche los trasvestidos. Corre de sur a norte (como el Nilo) y en la fachada oriente (como en el Nilo) se han edificado mundos de luz y de vida: bares, resturantes, un par de galerías, comercios y oficinas. El margen poniente pertenece (como el Nilo) a los muertos o a los que menos tienen. Originalmente han habitado el barrio personajes de mediana economía hacia abajo; el ayuntamiento se limitó a levantar las urgidas fachadas y después se olvidó de ellos, dejando pendientes banquetas y mobiliario urbano. Algunos abrieron su taller mecánico, su peluquería o una tienda de abarrotes; otros se marcharon, deslumbrados por las ofertas de la vivienda en bloque; los menos, como el caso de Asterión de Zaragoza, permanecen en su reducto, ajenos al posmoderno exterior y a la mano del especulador que anda en pos de su vivienda.
Desde que abrieron la calzada, él prefirió su claustro y un par de rutinas diarias, tales como salir a comprar leche a las siete de la mañana o bajar al mercado a las doce. Las tardes de Asterión nadie las conocía. Permanecía encerrado en la casa y de vez en vez asistía a la puerta para mirar pasar colegialas o para compartir nostalgias con algún vecino contemporáneo suyo.
Una noche salió la gata y fue a plantarse ante un autobús procedente de La Piedad, cuyas llantas derechas decretaron el fin de la mascota. Al otro día, cuando Asterión de Zaragoza se enteró del percance, los restos de su compañera habían sido retirados con pala por una comisión de Aseo Público, cuyo camión se la llevó como a los muertos lleva el Nilo.
Esa misma tarde, compungido, Asterión fue a la casa de empeño con una de las dos televisiones.

6.8.07

Diccionario de la obra de Juan Rulfo


Juan Rulfo, el más universal de los escritores mexicanos, el breve, el preciso, ha sido estudiado por infinidad de especialistas y desde distintos perfiles y causas. Año con año se suman trabajos que lo siguen revelando y lectores que lo vuelven imprescriptible para las letras en lengua castellana.
Como el pozole y el tequila, la obra de Rulfo conmemora al pueblo de Jalisco y alcanza a salpicar como aguamiel. Lo conmemora con la palabra, con el lenguaje vivo y viril de rancherías y poblados, de cañadas y mesas, de la capital y del más desolado escondrijo. Es la voz fecunda de nosotros, los jaliscienses, hombres y mujeres de a pie, igualados en el modo de decirnos las “cosas”.
El próximo año, Rulfo se pondrá en ojos de todos, mexicanos y no, lectores y no, con la filmación de una nueva versión de Pedro Paramo, bajo la dirección de Mateo Gil, cineasta español que ha escrito varios guiones para el genio de Alejandro Amenábar. Será en territorio laguense donde se ruede esta cinta y es en este mismo donde nació Sergio López Mena, uno de esos amorosos especialistas del hijo de San Gabriel. López Mena ha escrito el Diccionario de la Obra de Juan Rulfo, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México y presentado recientemente en el Palacio de Minería.
Este es no sólo un libro de consulta, sino un vertedero de voces, de esas que siempre escuchamos y no reparamos en desmenuzar por la mera inercia de lo cotidiano. Para el jalisciense, el diccionario se comporta como un preciso antropólogo, un espejo divertido; para los mexicanos, se acomodará en la órbita de trabajos que estiman y prorrogan el lenguaje popular; pero, sobre todo, será recibido con gratitud por aquellos lectores extranjeros para quienes “orita” y “pácatelas” resultan palabras extrañas o de difícil consulta en los diccionarios convencionales.
Sergio López Mena no improvisa en el tema ni lanza dardos romos. Ha dedicado los recientes años a la obra de Rulfo, tanto en la investigación como en la docencia. Publicó Los caminos de la creación de Juan Rulfo, en 1994, Revisión crítica de la obra de Juan Rulfo, en 1998, Perfil de Juan Rulfo, en 2001, así como el estudio crítico en la edición internacional de Toda la obra/Juan Rulfo.
Este diccionario es el engrane que hacía falta para conocer al local curioso que Rulfo llevaba dentro y para facilitar su estudio. El entendimiento del lenguaje jalisciense, sus modos y las referencias geográficas de Rulfo son atendidas por López Mena con minuciosidad, reparando no solo en palabras, sino en expresiones enteras, trabajando como en quirófano durante varios años. Para cada uno de los términos hace referencia al libro donde estos se citan, -sea El llano en llamas, sea Pedro Páramo, sea El gallo de oro o los guiones cinematográficos.
Yo me he divertido (aunque habrá también lectores sumamente serios) con algunas sentencias y localismos, como “echarle tequesquite a los elotes de uno”, “largar camino”, “eso que ni qué”, “parar la jeta” o “tronar la nuez”. Hay también vocablos como “trácala”, “Jorongo”, “derrengarse” o “chacarota”; lugares como El Pochote, Cuastecomate, Puerto de los Colimotes o Las ánimas y ejemplos asociados, como señalé anteriormente, a las obras y a sus personajes.
Debo despedirme, citando una queja de Toribio Aldrete que aparece en la página 119: “me lleva la rejodida con ese hijo de la rechintola de su patrón“. No invito al lector para que se acerque a este diccionario, prefiero hacerlo al estilo Jalisco, es decir, sonsacarlo al tal por cual, encampanarlo. ¿O qué jaiz?

Juegos Florales Lagos

Ayer por la mañana recibí un correo electrónico. Además del saludo y de un breve mensaje contenía, en archivo adjunto, un poema. Hace quince años no hubiera imaginado leer poemas en la red. Entonces recurríamos a las revistas impresas y a los periódicos para enterarnos de lo que se cocinaba en el gourmet literario de otras latitudes. Hoy se establecen vínculos distintos, se disemina la literatura y puede ser consultada cualquier obra en cualesquier idioma. El Internet es la vía inmediata para difundir una idea, un sueño o un indefenso lamento.
Por ejemplo, la convocatoria de este certamen tuvo como palomas mensajeras a infinidad de cibernautas que la reenviaron de un sitio a otro. Es esta la noble faena de la tecnología y la verdadera globalización, no aquella que los poderes económicos intentan establecer desde un fondo monetario de desmedido fondo.
Grupos e individuos trabajan en defensa de la palabra. Hay páginas dedicadas a autores, archivos documentales, archivos de audio, videos, muestras colectivas, radio en vivo, videoconferencias, videoblogs y hasta modestos blogs o bitácoras. Igualmente podemos saber sobre un escritor danés de veinte años que recurrir a los clásicos o a las obras prohibidas. En esta urdimbre circulan, por supuesto, también dudosas calidades y otras en absoluto nefastas con las cuales hay qué tener cuidado.
Yolanda Castaño es una poeta de treinta años que vive en Galicia. En segundos podemos ir a su página web, leer su poesía en gallego o en castellano, contactarnos y charlar con ella. Lo que ahora haré es uno de los prodigios de la comunicación y de la palabra misma. En Galicia son las tres de la madrugada. Yolanda duerme, supongo. A nueve mil kilómetros, en un teatro donde ella nunca ha estado, alguien lee uno de sus poemas:

Dame un hogar y sanaré tus espaldas.
Tus labiales alabanzas las alabanzas únicas.
Así quiero que me cuentes cómo y cuánto me buscaste
y que así rememores todos los nombres de la ausencia,
de cuando éramos aún tan remotos cara a cara
y que queden sepultados bajo el cemento del olvido.
Y yo
hago una cueva para ti en el
vano de mi abrazo,
en la sima de mis brazos
en el régimen feudal del hueco de mi regazo.
La devoción enfermiza
que dormía en una caja pequeñita con un diagrama.
Y ahora la omnipresente resonancia de tu frente,
y la íntima estancia donde nadie es más que tú.
También tú en la viva esfera hiciste una ofrenda,
aquella sonora y álgida quietud de tu castillo.
Soy la Cristiana.
Hoy me decían que las cosas oscuras son cosas terribles.
Tacho las líneas, cierro los libros, tengo derecho a un ejército.
Deseo mecerlos, los nombres brutales que me dabas, mecerlos de nuevo.
Juntos dejamos caer nuestras diplomaturas con el mundo.

Cuándo callarán.
Mi nombre es Cristiana.

La palabra y la literatura deben fluir, despotricarse por el mundo, ya sea en los medios impresos, en los electrónicos y, por supuesto, en la voz misma, como acabamos de hacerlo con el texto de Yolanda Castaño. Solo hay qué señalar una cosa: ni el Internet ni otro medio podrán separarnos del amoroso libro y de su erótica bondad. El libro tiene alas y nosotros anhelamos el vuelo.
Hace unos meses, un grupo de jóvenes chilenos conmemoraron los setenta años del bombardeo alemán al pequeño poblado de Guernica, en España. Lanzaron desde un avión miles de poemas de paz que la gente recibió y leyó con emoción. Hoy estamos en este sitio por la palabra y a ella debemos tributo. Los trabajos de Claudia Barrera Gaxiola y de Carlos Augusto Tejeda han sido seleccionados como ganadores de estos juegos florales, así que yo debo callar para que este foro sea bombardeado de humanidad, como Guernica, de humanidad de Claudia y de Carlos Augusto, pues la palabra es el fundamento de lo humano. Les dejo este hermoso poema de Ernesto Cardenal, “Epitafio para Joaquín Pasos”, que popularizara hace tres décadas Joan Manuel Serrat:

Aquí pasaba a pie por estas calles, sin empleo ni puesto,
Y sin un peso.
Sólo poetas, putas y picados conocieron sus versos.
Nunca estuvo en el extranjero.
Estuvo preso.
Ahora está muerto.
No tiene ningún monumento.
Pero
Recordadle cuando tengáis puentes de concreto,
Grandes turbinas, tractores, plateados graneros,
Buenos gobiernos.
Porque él purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo
En el que un día se escribirán los tratados de comercio,
La Constitución, las cartas de amor, y los decretos.

31.7.07

No Tengo Tiempo

Uy, recordando los viejos tiempos y al buen Rockdrigo, esta rolota de antología:


Calbalgo sobre sueños, innecesarios y rotos
prisionero iluso, de esta selva cotidiana.

Y como hoja seca, que vaga en el viento,
vuelo imaginario, sobre historias de concreto.

Navego en el mar, de las cosas exactas,
fui enclavado en momentos, de semanticas gastadas.

Y cual si fuera una nube, esculpida sobre el cielo,
dibujo insatisfecho, mis huellas sobre el invierno.

Ya que yo, no tengo tiempo de cambiar mi vida,
la maquina me ha vuelto una sombra borrosa.

Y aun que soy la misma tuerca que han negado tus ojos
se que aun tengo tiempo para atrancar en un puerto.

Camino automatico, en una alfombra de estatus,
masticando en mi mente, las verdades mas sabias.
Y como lobo salvaje, que ha perdido su camino,
he llenado mis bolsillos, con escombros del destino

Sabes muy bien, manejo implacable, mi nave cibernetica,
entre aquel laberinto, de los planetas muertos.

Y cual si fuera la espuma, de un anuncio de cerveza,
Una marca me ha vendido ya la forma de mi cabeza.

Ya que yo, no tengo tiempo de cambiar mi vida
La maquiena me ha vuelto una sombra borrosa

Y aunque soy la misma tuerca que ha negado tus ojos
se que aun tengo tiempo para trancar en un puerto.

18.7.07

Los primeros


A Wendoline le llamaban Wendy. Era la primera mujer con ese nombre en el pueblo y eso la enorgullecía. Sus padres estuvieron buscando un auténtico nombre durante los nueve meses del embarazo para no llamarla “María” o “Guadalupe”. Desde que llegaron los pioneros al pueblo dedicaron su tiempo a construir no sólo casas e iglesias sino a una lucha descarnada por ser los primeros en todo y añadir trofeos a su causa particular.
Eran también los primeros en la región, pues este pueblo, dicen los grandes, fue el primero fundado a orilla del camino, el primero en cantidad de hombres cultos, la cuna del mundo vaquero y el primero en ver pasar el cometa Shutenberg.
Cada persona que llegaba de otro sitio decía ser el primero, pues no conocía el “antes” y anhelaba ofrecer su nombre a una placa conmemorativa en cualquier calle o plaza. Igual hubiera llegado otra Wendy y asumiría su primacía temporal. Algunos organizaban grupos culturales diciéndose los primeros, aunque el alcalde insistía que el primero fue su ateneo de borrachos reunidos cada sábado en el club. Otros pusieron el primer bar o la primera “escuela de calidad”. Otros decían haber introducido las artes marciales o el rock and roll.
Wendy siempre se preocupó por ser la alumna que más temprano llegaba a la escuela y la primera en clase. Siempre obtuvo primeros lugares en declamación y en geografía aunque otros alumnos eran primeros en ciencias exactas o en informática. Cuando se casó con su primer amor, fue la primera novia que bailó la víbora de la mar y su esposo tuvo por primera vez la ocurrencia de que le pegaran billetes durante el vals.
Una tarde de viernes la tragedia se acomodó en el pueblo. El primer circo había llegado y salieron todos a verlo. Wendy saludaba el paso de la comparsa, empujada por la muchedumbre curiosa. Al acercarse al carretón de los tigres, su vestido se atoró en un astillón de la rueda y esta lo fue enredando. En un jalón que nadie pudo detener fue arrastrada al suelo y la llanta pasó por su cuerpo como si nada. La gente gritó con pavor. No alcanzaron a darle auxilio. Wendy se había convertido en la primera muerta vial. Eso le dio fama en toda la región. En su tumba fue erigido un bello obelisco con guirnaldas que era visitado por propios y foráneos.
Cincuenta años después, cuando el cementerio estaba saturado, la tumba de Wendy fue la primera en ser destruida. El obelisco se vino abajo de un golpe oficial y el cuerpo de la mujer fue llevado a la fosa común. No había ya quién lo reclamara y era necesario sepultar al tío del primer edil.

8.7.07

26.6.07

Días extraños


En el 2005, Enrique Bunbury canceló su gira y anunció una pausa en su carrera debido al cansancio. Cuando todos pensábamos que la tregua duraría un buen tiempo, a fines del año pasado apareció un disco de buró en el que comparte el estudio con Nacho Vegas, ex vocalista de Manta Ray.
Hablo de El tiempo de las cerezas, una entrega doble que de inmediato alcanzó gordos billetes en España. En Latinoamérica no se promovió más que vía Internet y boca a boca, pues se trata de un juego doméstico y de intimidades que intentó ser discreto de origen.
Ambos personajes trabajaron sus propias canciones y apenas se acompañan con la guitarra y algunos coros. Me parece que en este disco Bunbury sigue cansado, a pesar de lo que digan los ortodoxos, y es Vegas quien se lleva el protagónico, con canciones como “La pena o la nada”:
Y te vi llorar / un rió a cada lado de tu rostro / sin desmaquillar / como la propia Katy Jurado con las nubes negras detrás / Te vi llorar / Y qué podía hacer, qué podía hacer / si moría sin poder ponerme a llorar también.
La melancolía es el pan con el cual se come El tiempo de las cerezas. Yo había tratado de asimilarlo, pero es apenas en el temporal de lluvias cuando me ha caído su espíritu. “Días extraños” es un gran tema (sobra decir que fue el más explotado en los medios) al que se pueden añadir “Serie negra”, “Creo que va a empezar a llover” o “De esclavitud y de cadenas”.
Vale más decirlo: quienes oyen la música sólo con las orejas pueden abstenerse de acercarse a El tiempo de las cerezas, pues les será aburrido y monótono. Los demás esperen un cielo encapotado, siéntense en la ventana y escuchen; verán cómo los días conmueven si uno lo quiere y si se deja acontecer por mundo:
…Y creo que va a empezar a llover / y yo querré correr y correr y desaparecer.

12.6.07

Un mundo feliz


“La civilización no tiene en absoluto necesidad de nobleza ni de heroísmo. Ambas cosas son síntoma de ineficacia política”, le dice el inspector Mustafá Mond a John el Salvaje en Un mundo feliz, la clásica novela de Aldous Huxley que enuncia el horror del progreso, de las sociedades controladas y de la ciencia al servicio del poder.
Mond pertenece a la elite que conoce los alcances de la razón pero se entrega a los instrumentos políticos para evitar ejercerla, a fin de vivir en constante “felicidad” a costa del individuo y de su autodeterminación. Quien se subleva al orden establecido debe ser desterrado.
En la novela, el mundo vive la era fordiana. Ford es una entidad sustituta de Dios, en una sociedad iconoclasta y cuya escala de valores empieza por el cumplimiento de la norma y el trabajo dirigido. Todo es orden: los nacimientos son controlados por máquinas y mediante un complejo sistema de clonación e incubación, de selección artificial y jerarquías; se han abolido el matrimonio y las emociones; las dudas y penas son abatidas por tabletas de soma, cine virtual y Sesiones de Solidaridad.
Es John el Salvaje quien altera este mundo. Bernard Marx y Lenina Crown lo extraen de una reserva en Nuevo México y lo llevan a la civilización, en Londres. John pertenece al pasado, es marginado y sensible, conoce parlamentos completos de Shakespeare y se enamora de Lenina Crown. Nada más inconveniente para el entorno que ahora habita.
En uno de los más intensos episodios de la literatura, Lenina y John se desencuentran. Ella no está programada para el enamoramiento y él porta un dócil enjambre de sentimientos. Lo que debería ser una escena amorosa (o erótica, según la condición de Lenina) termina violentamente y despoja a John de toda esperanza por asociarse al mundo: el principio de la caída se desata en la búsqueda del amor.
Un mundo feliz pertenece a las novelas de ciencia ficción que en el siglo veinte señalaron la desazón de un futuro mecanizado, como 1984, de George Orwell, Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, o Nosotros, de Zamiatin.
Mario Vargas Llosa escribió: “Los fordianos son sin duda felices, pero solo en la medida en que puede serlo un autómata”. La civilización pretende la sujeción del individuo, lo automatiza, pues. El poder lo somete a una información “adecuada” y al consumo. Nos enreda en los canales televisivos de estrellas mediocres y en los deseos de posesión dictados por el mercado, además de excluir a quienes se abstienen de ello y señalar a quien le sea peligroso. No estamos lejos del inspector Mustafa Mond. Existe el horror de la ficción alrededor y le llamamos felicidad. Que nadie se manifieste. No hay espacio para los salvajes, los que aún creen en la conciencia, en la libertad o en alguna línea de Shakespeare.

28.5.07

A diez años de Ok Computer


Todos tenemos uno o varios discos inarrancables. Uno de los míos es Ok Computer, de Radiohead, el cual cumplirá diez años el 16 de junio y aún irrumpe y sobrecoge como un enfant terrible.
Lo compré en la librería del FCE, en Guadalajara. Desde entonces lo procuro eventualmente. Es un gran disco que (como los buenos libros) al ser revisitado extiende nuevos parajes y asociaciones con el mundo; es decir: se rehace y se agiganta.
Por aquel entonces, mi grupo de amigos era especialmente admirador de Pink Floyd y de algunos guitarristas como Steve Vay o Joe Satriani. Fue el Pollo Pedroza quien primero les insinuó que Radiohead era igual o mejor que Pink Floyd, lo cual me confortó, pues yo lo venía pensando sin decírselos; la mayoría de ellos eran aficionados a la música y no se tomarían en serio la opinión de un cualquiera. Lo cierto es que hasta hoy mantengo mi posición de considerar a Ok computer como el mejor album de rock que he escuchado y le tengo un aprecio incalculable.
Radiohead era, hasta 1997, una banda de éxitos solitarios. “Creep” se había convertido (junto con “Smalls like teen spirit”, de Nirvana) en el himno generacional de los noventas, pero la banda no deseaba colgarse se eso y decidió hacer pausa en el camino, retirándose dos años para preparar Ok Computer. En cuanto salió a la venta se convirtió en un disco de culto, favorecido por la larga espera y, sobre todo, por la estable calidad de los doce temas.
“Es un disco para tristes”, decían muchos. No es cierto. Yo lo veo como un colagge sobre las tristezas de un mundo en picada, sobre el vacío del “progreso”, el caos y los fracasos de una sociedad tecnologizada. Tom Yorke y su banda, además de ser buenos músicos, han sido cuidadosos letristas (algunos dejaron trunca la carrera de letras) y son también activistas sociales, sin postularse necesariamente en la farándula política, como ese que se llama Bono.
De acuerdo con una encuesta abierta de la BBC, es este el mejor album en la historia del rock, detrás de Born in the USA, de Bruce Springsteen, y de Sgt. Pepper's lonely hearts club band, de Los Beatles. Rolling Stones lo coloca en el octava posición y más de uno le prendemos veladora.
Jesús González escribió en un número especial de La Mosca: “Hay cuatro palabras que bien pueden resumir el contenido de Ok Computer: “La estética del dolor”. Después de diez años, esa estética guarda aún su rareza y nos seduce como una hermosa casa, como un bello jardín.

9.5.07

Papalotzi


Agradezco a Berónica Palacios y al Consejo Editorial de Papalotzi, que en su número 11 incluyó como poema fragtal "La gloria", de su servilleta. Hay también textos de Arturo Arredondo, Areby Rivera, Luis ku, Maribel Castorena y Armando Sánchez Gómez, entre otros, además de los artistas plásticos Juan Pablo Herrera, Miguel Angel Vega y Christian Ortega. Me ha divertido la canción de Gerardo Pacheco:

Agarra la onda corazón,

tu vales mil, yo soy el naco

que le entra duro al taco

del puesto de Miguelón...

Próximamente estaremos pesentando el proyecto Papalotzi en tierras del Alcalde.

Virtuosas y patriotas al teatro



Pintura, Celia Lacayo
El año pasado, la Universidad de Guadalajara publicó Virtuosas y patriotas, de Roberto Castelán Rueda, un ensayo histórico con el subtítulo La mujer en la modernidad política en la primera mitad del siglo XIX mexicano.
Hace poco más de dos meses, Fátima Montserrat Padilla decidió hacer una adaptación de dicho libro para el grupo teatral del Colegio Orientación. Se trata de varios fragmentos lanzados por los actores a la manera de “poesía en movimiento”, con algunas coreografías relacionadas al tema, música viva y una atmósfera de intemporalidad. A pesar de mis dudas sobre el resultado de este experimento (pues el texto original nada tiene que ver con la dramaturgia), me integré al proyecto escribiendo algunos parlamentos melodramáticos que se intercalan con la prosa de Castelán.
Este miércoles 9 de mayo se estrenó Virtuosas y patriotas en el Teatro José Rosas Moreno. Al concluir la función, los asistentes tuvieron una posición unánime: el trabajo superó las expectativas de una puesta en escena escolar.
Más allá de las limitaciones obvias, es grato el sabor de boca que dejó la actuación, la movilidad de las escenas y la sincronía de estas. La selección de textos no desconcierta y mantiene su eje de trascendencia sin vaivenes, a pesar de lo “ingrato” del tema. Hay, ante todo, responsabilidad en el montaje.
Fátima se estrena con certidumbre como directora, de la mano de un elenco sin aspavientos conformado por estudiantes preparatorianos: Isabel, Fitzya, Ruth, Nancy, Viridiana, Carolina, Fernanda, Gaby, Marisol, Adriana, Karel, Lucy, Elvira, Janeth, Jessica, Gloria, Zoé, Miguel, Gabriel, Juan Carlos y Cristóbal. La producción es de Ma. Guadalupe López González y la coreografía de David Soto.
En breve será presentada nuevamente Virtuosas y patriotas al juicio del público. Lo cierto es que el trabajo de Fátima, de los técnicos y de estos actores debe ser atendido con seriedad, pues aspira a ser competitivo. Es la oportunidad de producir teatro de calidad en la ciudad, con una generación que se ha tomado seriamente su labor.

3.5.07

El Guernica


El 26 de abril de 1937, la Legión Cóndor de la aviación Nazi bombardeó una pequeña población vasca llamada Guernica. Este suceso fue detonante para la instauración del fascismo en Europa y es uno de los primeros casos en los que la sociedad civil fue aniquilada mediante bombardeos aéreos.
El 1 de mayo, Pablo Picasso comenzó a pintar el famoso Guernica, a petición del Gobierno Republicano de España, como un testimonio del horror al cual lleva la guerra. Esta obra se convirtió con el tiempo en un paradigma del arte en el siglo XX y es, después de La Monalisa, el cuadro más referenciado de la historia.
Mientras el mundo conmemora los setenta años de la masacre y del cuadro, algunos pocos perturban la certeza artística de éste. En la Feria del Libro de Bogotá, Roberto Gómez Bolaños Chespirito, calificó de “caricatura” al Guernica, diciendo que las formas y los dibujos le restan seriedad al motivo del cuadro. “El villano se está festinando con su ataque”, escribió para el diario capitalino El centro.
El mes pasado pude ver en el Museo de la Ciudad de León una exposición de cuarenta y cinco estudios preliminares que realizó Picasso para ejecutar el Guernica. Este tipo de exposiciones certifican que las grandes obras de arte no son producto de la ocurrencia o de la inspiración divina, sino del ejercicio rígido y serio. Fue un trabajo de oficio y paciencia, como lo acostumbraba el pintor español y como lo ameritaba el homenaje al pueblo abatido. En los distintos estudios ensayó variadas técnicas, colores e intenciones plásticas y emocionales. “El arte no es para adornar las casas, sino un instrumento de guerra y defensa”, señaló alguna vez Picasso.
Podemos plantear dos supuestos: Chespirto cometió un arrebató senil o realmente no conoce los antecedentes, el poder testimonial, el valor estético y la lucha contenidos en el Guernica y sus “monos”, aparentemente primarios pero dotados de habilidad y maravilla. Esperemos que la razón le ronde y un día de estos diga que se le “chispoteó”.

7.4.07

En San Juan

Hoy sábado, presentación de Púrpura y lectura de textos en la Casa de la Cultura de San Juan de los Lagos, a las 19: horas.

1.4.07

Caer


Uno no conoce la caída hasta que se ha dado el golpe definitivo. Se es inútil en el vacío y, a veces, ignorante del inminente dolor.


Una metáfora de la caída es el argumento de la película francesa El odio, de Mathieu Kassovitz. Al inicio de la cinta un hombre va cayendo de un edificio y dice: “Por ahora todo va bien... por ahora todo va bien... pero tarde o temprano llegará al suelo, y eso es lo peor".

26.3.07

Rodrigo Vázquez


La luz que allana un muro, una mirada que penetra la mirada, un cielo escampado, las manos encendidas por la faena, el peatón, la familia, una comparsa de billaristas. Esos son los rostros múltiples de una ciudad que no se abandona ni se petrifica.

La ciudad viva se ha guardado en la lente y ahí se descubre a quienes la deshonramos al menoscabar sus guiños cotidianos. No es la ciudad árida ni una postal de sobriedades, sino un latente personaje.

Rodrigo Vázquez tiene el iris por cincel y esculpe en la atmósfera a quienes hacen de este espacio un organismo en movimiento. La fotografía es, entonces, arte y testimonio de lo pasajero. Bien lo escribió Tennessee Williams: “Saber extraer lo eterno de lo desesperadamente fugaz es el mayor truco mágico de la existencia humana”.


Texto para la exposición Lagos: una historia cotidiana reciente, de Rodrigo Vázquez, que se puede visitar actualmente en la Casa dela Cultura. Los Billaristas es el título de esta fotografía

23.3.07

El coche


“Aquí no hay epígrafe”
Dante


Dios dijo “hágase el coche” y el hombre se acomodó primero, dejando a su mujer a la diestra (excepto en el Reino Unido), con los ojos pelones y un espejo para maquillarse.
El coche es el poder, el power destinado al macho. Por eso es una máquina, un hermoso ejemplar para domadores, igual al caballo o a la fiera cimarrona, que se debe domesticar poco a poco con la mano hábil y un poco de maña.
La mujer es sólo un objeto de ornato dentro del caparazón de metal, una compañía cuando se da la vuelta por las calles del centro o un motivo sensual al acariciar el tapiz en la emisión semanal de Autoshow. El hombre dirige, lleva el mando y conoce las rutas como un Marco Polo. La mujer no tiene otra ruta que la pintura de uñas o un bebé entre los brazos.
Aún así, el mando de piloto no es perpetuo. Se transmite de una generación a otra en el orden siguiente: el padre —un émulo de Fittipaldi— lleva el volante mientras la madre hace sombra a su costado sin opinar ni señalar las contingencias del camino. Callada tiene plenos derechos, aunque él venga ebrio de la fiesta o haya olvidado su licencia de conducir. Detrás van los niños haciendo bulla o quietecitos, eso es indistinto.
Cuando el niño varón tenga dieciocho podrá heredar el cargo de piloto y llevar al padre de contramaestre, desplegando la Guía Roji, haciendo muecas desbordantes y chuleando a las chicas que caminan por el boulevard. Tantos años de experiencia son suficientes para dirigir la orquesta acodado en la ventanilla de copiloto. El niño asumirá no sólo el rango de piloto, sino el de hombre.
Su madre pasará atrás con la hermana. Si alguna vez toma el volante será en el cacharro setenta y siete (un Caribe o un asmático Renault) comprado especialmente para ella, “para que vaya al mandado o a visitar a su madre”. Raro será verla conducir el coche del Señor, a menos que este se haya roto los huesos en el trabajo y no pueda conducir con el yeso.
La hermana debe permanecer en sigilo, presente apenas en el retrovisor hasta que sea una señorita. Entonces llegará un hombre benevolente que la haga partícipe de su amor, de su dinero y de los paseos dominicales. Un hombre que la coja de la cintura y le diga “véngase adelante con su rey”. Primero irá pegada a él, haciéndole mimos o tomando cerveza de la misma botella, aunque la palanca de las velocidades interfiera en su confort de amorosos. Después del matrimonio, pasará al asiento que una vez ocupo su madre: entonces el ciclo se habrá cerrado.
El orden del universo se mantendrá en equilibrio de este modo. Un consejo final: no se deje el coche al alcance de las locas, pueden generar un daño colateral.

Tampoco hay fin.



4.3.07

Marzo

Ayer vino Diaz-Barriga a encomendarme el diseño de una invitación para varios eventos del Seminario de Cultura Mexicana. Además, tengo que preparar un texto para la exposición de Rodrigo Vázquez y el guión de Inmóvil que le he pospuesto a Rocío Salas. El día doce, en la Feria del Libro, presentaré la charla La ciudad y los escritores. El dieciseis leeré algo en una mesa redonda con puro maestro: Benjamín Valdivia, Ricardo Yañez, Fernando Solana y José Luis Justes.

El diecisiete y el dieciocho moderaré un par de mesas en el Coloquio de Temas Jaliscienses. Además, habrá que andar de socialito en otras actividades e ir a escuchar a Eugenia León y a Astrid Hadad. Será justo reposar una vez que pase este 444 aniversario de la ciudad y encerrarme a trabajar un tiempo y sin escaparate.

El horizonte


Antes de cerrar la puerta de la habitación vio por última vez ese libro de pasta roja que había comprado en la librería de viejo: El Sena y los suicidas. Sobre la cama dejó la foto del hombre y una nota con bilé que hizo y rehizo hasta encontrar las palabras más cercanas a un puñal:

Héctor: cuando leas esta nota
flotaré en las aguas del Sena
y la culpa flotará contigo.
Katia.

Salió del hotel. El cielo sacudía un viento helado y la escarcha, como en película de Tim Burton, tramaba regateos de luz en las estrechas calles. Hay ciudades que nunca duermen, pero a ratos cabecean, será de viejas o cansadas, como París a esa hora.
“Nunca más, Héctor”, iba salpicando entre dientes, engrosando el poco valor que llevaba metido en la gabardina. Estos días habían sido los peores desde que dejaron México, el peor de los menesteres con un hombre a quien creía amar, pero con quien no podía tolerar verse un día más, una borrachera más o la humillación cotidiana de una golpiza.
Cuando llegó a la Plaza de la República tomó la Rue du Temple, el camino más corto al Sena. Varias veces se topó con turistas trasnochados de vuelta a su hotel o en busca de otra fiesta; personal del aseo público, indigentes y vehículos insatisfechos de andar la madrugada y tropezando en cada semáforo. Llegó a la Ïle de la Cité, el corazón de la ciudad, un lugar que ella reconocía ideal para las pasiones (“Para la pendejez”, le dijo un día Héctor echando por la borda su ensoñación), isla principio y fin de la cordura, de los poemas de Verlaine, de la Maga de Cortazar, de Victor Hugo y de Antonieta Rivas Mercado. Ahí descansaría, lejos de Héctor, de México y de aquello que pudiera preguntar por su ausencia. No había velado la noche en vano, tributándose en definitiva a la despedida, con su cuerpo presente y el silencio como causa. Lloró lo suficiente y leyó algunas páginas del libro antes de salir a entregar ese cuerpo en la ciudad ajena.
Ahí estaba Notre Dame, gigante, haciéndola temblar como cuando vio por vez primera La Piedad de Miguel Angel y lloró de emoción “no lo puedo creer, estoy soñando”, dijo, seguida por un pitorreo de Héctor.
Dejó un suspiro inflado en el ojo vigía del rosetón y apretó el paso. No volvería más a ese sitio: tendría la boca sucia y anegada después del amanecer. Rodeó la catedral hasta el Pont de l’ Archevêché, donde sabía que no encontraría el mismo tráfico. No habría testigos ni títulos en los diarios que señalaran su identidad o confirmaran la tristeza de un rostro ennegrecido para entonces por la garganta del Sena.
El río era una palidez, un gato sordo anidado a los pies de la mujer. Ardía en la orilla la luz de unos arbotantes y los barcos de turistas descansaban del ajetreo. En la balaustrada se detuvo Katia, miro al cielo ungida y musitó: “Nunca más, Héctor”, como le dijo una semana antes, andando todavía las calles de Granada. Él, acostumbrado al desenfado, omitió de sus actos la señal y torturó a Katia durante todos esos días y hasta la noche anterior, cuando dio un portazo al salir de la habitación. Ella esperó en la cama, de espaldas a la puerta para cuando él llegara no la viera llorar o, mejor dicho, para que ni siquiera encontrara sus ojos: esos débiles que siempre la traicionaban. Mejor le daría la espalda como un muro ciego y anudaría la rabia bajo el cobertor. Héctor no volvió y ni espalda ni ojos lo volverían a encontrar, sólo la nota y el silencio puro.
Cuando se percató de que el auto más próximo estuviera lo suficientemente lejos y de que ningún peatón pudiera observarla, trepo la balaustrada y se aquietó por un segundo, mirando el agua a sus pies. Recordó aquel poemita de Lorca que leyó en el tren a París: “el horizonte sin luz está mordido de hogueras” y comprendió que no podía hacerlo o, al menos, no era el momento: tenía suficiente miedo y, después de todo, podría perdonar a Héctor si hablaran nuevamente y él diluyera la rabia y fuera más hombre; podría perdonar a sus padres y a quienes la atosigaban en el trabajo, pagar la hipoteca en un par de años y vivir con Héctor en un sitio sano. Algún horizonte habría, aunque fuera pardo, no sólo la negrura del Sena.
Al impulsarse de vuelta al pavimento, su pie derecho resbaló en la humedad de la piedra, cuyo filo golpeó primero la rodilla y después su costado antes de la caída. En las aguas grises elevó los brazos, pero nadie pasaba en ese momento. No sabía nadar, sabía solamente aquellos versos de Lorca:

El horizonte sin luz
está mordido de hogueras

(Ya os he dicho que me dejéis
en este campo
llorando.)