15.7.09


El ejercicio poético, por su naturaleza escurridiza, requiere silencios, pausas o, en ocasiones emergentes, el abandono. En este libro, Mario Z Puglisi decide hacer una escala y recapitular diez años de quehacer con la palabra.
La selección viene con el título de quien reconoce su capacidad de asombro: El impulso de tocarlo todo. El poeta vive con ese impulso, tiene el afán de asombrarse en todo lo que palpa y de reinventar lo existente. Sabe que el mundo no es mientras no ha sido tocado y, una vez que se toca, parece no ser lo que es. Este principio de ambigüedad es la materia prima con la cual se formulan los parajes de la poesía. Tiene por objeto reblandecer los sentidos y colocar la subjetividad del mundo en primer plano.
El impulso de tocarlo todo es una ráfaga. Le favorece haber sido escrita en el paisaje benévolo de la ribera de Chapala y en la mano de un autor que procura recolectar cuanto sea posible, reunirlo en la pluma y lanzarlo como petardo. Entre más pronto se suelte lo obtenido más cosas seguirán obteniéndose, incluyendo lo que se ha dejado al margen, como señala el autor: “Soy la suma de los desertado.
De un tiempo a la fecha, medio país dice ser poeta. Los versos se han reducido y endurecido, se leen en clave morse y deben acompañarse de forzadas pausas dramáticas para simular una sustancia poética inexistente en hartos casos. Mario Z Puglisi es aventurero y opta por lo contrario: procura la retórica, el discurso de largo aliento y sus corrientes peligrosas. Este oficio, al cual se enfrentaron poetas como José Carlos Becerra o José Gorostiza, requiere disciplina y cuidados de gatillero. Como Mario, hay que saber disparar disparar disparar y en el momento preciso
punto

Prólogo a El impulso de Tocarlo todo, Mario Z. Puglisi, Ediciones El viaje, Guadalajara, 2009.

Fedra



En la nueva generación de revistas tapatías destaca Fedra, un proyecto de aliento fresco dirigido por Federico Jiménez y secundado por jóvenes escritores preocupados por las directrices de la literatura, específicamente en la poesía y en la narrativa breve. Se trata de un espacio para voces nuevas y nuevos lectores, que anda de mano en mano y es buscado cada día por más fieles, sobre todo estudiantes de letras, público de eventos culturales y coleccionistas.
“Estas páginas recogen un sembradío imaginario de nuestro presente”, dice una de sus editoriales, con la seguridad de que ese sembradío tendrá, en el futuro de la literatura, alguna buena cosecha.
Su periodicidad es bimestral a pesar de las contingencias económicas. Hasta la fecha se han editado diez números temáticos, entre los que destacan “Diversos insomnios”, “La locura a escena”. “Tertulias de alcohol y letras”, “Sed de mal” y “La noche”, con la obra de escritores reconocidos y de aquellos en vías de consolidación. El quehacer de la revista temática es alentar el oficio y el compromiso por ennoblecer la palabra, por eso se hace una convocatoria previa con el tema propuesto, en búsqueda de textos preferentemente inéditos y con espíritu novedoso.
Como todo nacimiento de un proyecto independiente, el formato de Fedra es económico. Las portadas son impresas y los interiores fotocopias. Debido a que los recursos son escasos o de lenta recuperación, algunos números se han distribuido primero vía Internet y luego aparece la versión documental. Este mecanismo permite, además, llegar a un mayor número de lectores, incluso en el extranjero, lo cual ha traído consigo la participación de escritores como los españoles Adriana Bañares o Christian Supiot.
Al entusiasmo con el que trabajan Federico y sus amigos seguramente habrán de sumarse nuevos talentos, pues los pasos de Fedra van por un sendero consistente y sin los pedregales de la cultura oficial.


Artículo publicado en Papalotzi No. 16