9.12.17

Epístola sobre un incendio a cinco manos*

Querida Bero.
He venido para hablar de un libro recién nacido, y como te has quedado en Chapala tendré qué contarte cómo va todo.
Son las diez de la mañana, una hora en la que la mayoría estará despachándose un desayuno continental, trabajando en la oficina o jugando frontenis en la unidad deportiva. Para los menos, y a esos me sumo gustoso, hace un clima que exige leer poesía, con el inminente riesgo de mandar a volar las actividades de la agenda de una vez por todas y abrir con libros el fin de semana.
Tengo un problema, pues no quisiera caer en elogios desmedidos, como suele hacerse en estos eventos, así que mantendré la cordura del presentador ecuánime, sobre todo si La representación de un incendio está escrito por varios amigos (algunos a quienes conoces también), formados todos en las aulas del Centro Universitario de los Lagos: Azazel Herrejón, Aarón Navarro, Juan Antonio Orozco, Paul Carrillo Collazo y Ada Martínez. Aquí los tengo enfrente y creo que te mandan saludos con la mirada.
Hace diez años salí de Lagos y el panorama de la poesía era incierto, pero ahora me percato que el relevo generacional es latente gracias a trabajos como este, que han sido impulsados desde el mismo centro universitario por la maestra Yamilé Arrieta Rodríguez, jefe de la Unidad Editorial, y otros entusiastas académicos, en la colección Libélula y otros espacios universitarios.
Aunque a algunos de los autores los he escuchado leer y sigo su rastro a través de la radio o de publicaciones periódicas, es halagador encontrarlos ahora en este libro, que es un espontáneo arder en la palabra. Tú sabes, cuando se es joven la poesía arde y, como los incendios, debe alzarse vertiginosamente, sin miramientos, abrasando todo a su paso. No tiene tiempo de mimos ni puede ser debilucha. Se ahogaría antes de elevar sus espirales. Por supuesto que hay riesgos: las imprecisiones y arrebatos, los versos mal colocados y otras sutilezas que sólo el oficio y la experiencia decantan. Pero mientras esos sucede, el poeta joven debe consumirse como aquel poema de Dulce Mará Loynaz: ¡Que la muerte se parezca a esta muerte candente de tus brazos!
En fin. Te comento La representación de un incendio brevemente. Se divide por autor sin establecer una línea temática, lo cual debió ser complicado para la selección de textos. En Penitencia, Azazel Herrejón ofrece once poemas donde el individuo enfrenta un mundo de hostilidades y despojos. No puede sostenerse, pues proviene de un pasado empantanado y el presente es permanente angustia. Se es culpable de la condición humana, pero sobre todo de interrogar a un mundo que no le da más que una respuesta: el silencio. Sé que no debo intentar reparar nada dice en uno de sus versos y se vuelca a la indefensión y la quietud. Cabe aclarar que a pesar del pesimismo que encierra el conjunto, permanece un hilo de luz: la inteligencia ante el dolor que se cauteriza con la palabra: Pero no acaba la esperanza, pues el tecleo es el eco /  es la voz de las añoranzas nuevas del pasado.
En Esto no es agua, Aarón Navarro presenta un conjunto de poemas que tienen en la sociedad y la vida urbana su abrevadero. Es un detective del absurdo y las contradicciones morales. Deberás leer el poema que dice Ese hombre traía una ciudad adentro, lo juro: es ensordecedor, digno de leerse una y otra vez. Navarro pertenece a la tradición de poetas que desacralizan el lenguaje y la memoria. Procura el humor negro y la ironía. Además (no quisiera decirlo fuerte para evitar una etiqueta) a rato nos recuerda algunas huellas beats o de la literatura sucia, pero con renovado trazo, lucidez y neologismos de este siglo.
Por su parte, Juan Antonio Orozco dibuja en Piromancia, al sujeto y al instante en medio de una urdimbre extraña. El origen y el destino son su búsqueda y el momento de arder fundamental. En Orozco, las líneas del tiempo buscan un antes y un después por más fugaz que sea el incendio. La próxima vez que nazca seré un campo de arroz, escribe La piromanía de Orozco parte de lo inasible y violento, como la pólvora activa.
¿De qué sirvió tu hierro
inmortal
si no levanta vuelo?

Todos somos asesinos
me digo,
mientras miro la leche
derramarse.

En Figuras en Hielo, Paul Carrillo Collazo apuesta por la habilidad retórica como recurso poético. Despoja al poema de sentimentalismo y lo convierte en un artefacto del lenguaje con capacidad poliédrica, de manera que el lector se encuentre con varias caras y múltiples aristas al mismo tiempo. Me agradan sus trampas. Quizá de ahí el título del conjunto, que de por sí es una trampa. En Una liana en la ciudad y otros de sus poemas, el uso de la paradoja permea y procura que cada obra sea no un poemínimo, son un ensayo mínimo, utilizando recursos cotidianos como el tuit. Pero en el imperio del intelecto también la sensibilidad (no sentimentalismo, ya lo dije) tiene visa y Paul escribió un hermoso poema de amor, Abelardoyeloisándonos, que te leeré hoy por la tarde a ver qué procede.
Finalmente, Ada Martínez cierra el libro con una Selección de poemas a manera de tríptico. Su voz es moderada y no se perturba. Atiende la tradición del verso breve y descriptivo, donde las atmósferas y las sensaciones son quienes se expandan. Es testigo de la noche y del violento despertar de la penumbra. El individuo habita una ciudad hostil y no hay defensa posible ante su amenaza permanente. Cierra el libro con un poema perturbador que es al mismo tiempo una denuncia de género y de derecho a la justicia:
El rojo de sus menstruos,
el de la sangre, el de la patria
que no corría en su defensa,

Toda obra poética joven es un descubrimiento y como cualquier descubrimiento, guarda aún geografías por recorrer en las que se develarán novedades y asombros. De estos cinco autores esperamos noticias y proyectos individuales en un corto plazo. Ojalá el Centro Universitario de los Lagos siga apostando por la publicación de poesía, un género menoscabado en la actualidad, pero necesario para robustecer la defensa del individuo ante el ingobernable peso de la vanalidad y la inmediatez colectivas. Te dejo por el momento, pues voy a escuchar los poemas en voz de sus autores. Más tarde llevo el libro a casa y dejarás que la poesía te incendie.

Besos.
Dante Alejandro



*Herrejón, Navarro, Orozco, Carrillo, Martínez (2017). La representación de un incendio. Centro Universitario de los Lagos. Colección Libélula.
Fotografía: Ale Coss.