19.4.15

El smiley electoral y Hamlet


En 1963, el diseñador Harvey Ball recibió 45 dólares por crear un ícono para una campaña interna de la aseguradora State Mutual Life Insurantes, en Massachusetts, con el fin de que los empleados mostraran cordialidad durante sus horas de trabajo. Conocido como Smiley, cara sonriente o carita feliz, este ícono se le fue de las manos a Ball y actualmente es una imagen del dominio público utilizada por cualquier persona en situaciones personales, sociales y hasta profesionales.
En este 2015, como cada tres años, nuestro país se ve inundado por infinidad de personajes que replican un smiley, a pesar de que algunos de ellos, durante el resto del tiempo, tengan cualidades más bien endiabladas. Son los candidatos a cargos públicos, centrando su energía en seducir a los ciudadanos y “obtener su confianza” con palmadas y regalos.
Esta alegoría de sonrisas presume a todo tipo de rostros: políticos de carrera, “ciudadanos”, advenedizos, caciques, líderes sindicales y hasta payasos, convirtiendo las calles y medios de difusión en una lotería de felicidad que llega al hartazgo (hartazón, como decimos en Jalisco). Sorprende tanta plenitud colgate en un país donde la misma PGR reconoce cifras de 23 mil desparecidos y a la fecha suman 7 mil secuestros desde el 2006; un país donde se trafica y rectifican influencias,
Las campañas deberían ser como la mera realidad y mostrar una angustiosa cara en búsqueda de la luz, pues las preocupaciones vienen en montones. Ya Hamlet, desde la ficción, les puso el dedo a estos candidatos: “Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mismo".  
Afortunadamente, para aquellos smileys que sean o no agraciados en las urnas, al siguiente día de la elección podrán relajar sus músculos y volver a las andadas, pues la sonrisa no es privativa de los candorosos, sino también del mercader, del déspota y del cínico.