Desde hace años, Pedro Valderrama Villanueva
(Tijuana, 1973) viene construyendo una trayectoria sólida como investigador de
la literatura en nuestro estado, pues ha publicado trabajos de interés no sólo
para académicos y autores, sino para el lector común, tales como: Arturo Rivas Sainz. Crítica: ensayos y reseñas (2006), El perímetro de la hoja. Las revistas literarias de Guadalajara (1991-2000) (2007), Dispersiones. Textos sobre literatura jalisciense (2011), Detonación. Contra-Cultura (menor) y el movimiento fanzine de Tijuana (2014), En la orilla del tiempo: antología de poetas jaliscienses nacidos entre 1967 y 1979 y La palabra inacabada. Textos sobre literatura contemporánea de Jalisco (2022), entre otros libros. Además, es poeta, periodista, editor, docente y miembro del Seminario de Cultura Mexicana, Corresponsalía Guadalajara.
Una de sus obras más recientes
es Corazón de metralleta. Breve historia
del movimiento poético y editorial de Guadalajara (1971-1990),
investigación publicada por Keli Ediciones, que nos permite identificar no sólo la producción literaria de
este periodo, sino sus antecedentes e impacto en las décadas posteriores, así
como autores, grupos, talleres literarios y aparato crítico. El mismo autor lo
define como un “periodo marginal, punk, periférico, disidente”, pues se recrea
en años de transformaciones decisivas para el arte, con propuestas generadas a
ras de suelo, como resistencia al status
quo o desde la ruptura. La literatura, y en especial la poesía, se ejerció
con plenitud en los movimientos políticos y sociales de la juventud setentera y
ochentera, aliada, además, a las artes gráficas o al rock, entre otras
manifestaciones culturales.
Corazón
de metralleta se divide en cinco capítulos que nos orientan
de manera cronológica. Primero, establece los antecedentes de la literatura
jalisciense a partir de las primeras publicaciones impresas, en el siglo XIX,
hasta bien entrado el siglo XX con sus diversos autores, obras y aportaciones,
además del movimiento que se gestó en el rock y en la literatura de la onda. El
Capítulo II se centra en el movimiento poético y editorial de Guadalajara en
los años setenta, con énfasis en algunos poetas protagonistas de la época, la
Generación del 54, los poetas disidentes
y los primeros talleres literarios en la capital tapatía. El capítulo III lo
dedica a las publicaciones literarias en los años setenta, algunas poco
conocidas, desde Papeles al sol hasta
Peñola. El cuarto capítulo del libro
se centra en la literatura durante los años ochenta y, finalmente, el quinto
capítulo describe las distintas publicaciones periódicas que aparecieron en
este último periodo, desde Campo abierto
hasta Alimetrías.
El libro no sólo muestra un
panorama completo de esas dos décadas, sino que es un detallado ejercicio de
indagación, interpretación y reflexión crítica a partir de los autores y sus obras.
Coincido con Celia del Palacio, quien en el prólogo del libro expresa las
limitaciones para acceder a documentos y datos relacionados con el tema; sin
embargo, se sobrepone el oficio y la perseverancia de Pedro para rastrear, recuperar
y presentarnos libros, plaquettes, revistas
o fanzines, los cuales no sólo están dispersos en archivos y bibliotecas
públicos o particulares, sino que incluso algunos deben tener un acceso pedregoso
o están desaparecidos.
También debemos reconocer en nuestro investigador la
honestidad al referirse a Guadalajara y no a Jalisco como objeto de esta
investigación, pues no hay afán de abarcar un campo aún desmembrado, como suelen
aventurarse otros investigadores. Si bien, el núcleo cultural y literario del
estado se concentra en la zona metropolitana, hubo y hay autores y grupos dignos
de interés en otras ciudades y regiones que suelen pasarse inadvertidos desde
el centro y se requeriría una labor más compleja para indagar y procesar su
aportación a la literatura jalisciense. Lo cierto es que Corazón de metralleta es una obra disciplinada y pormenorizada que
contribuye a construir una aproximación a esa literatura “estatal”, pues,
reitero, cada región y época tiene particularidades que la vuelven heterogénea.
Otro
acierto del libro es que, aunque se trate de un periodo relativamente corto,
dos décadas, el umbral de impacto para nuestra literatura es muy amplio y tiene
intrincados lazos con movimientos literarios en otros lugares del país, donde
también abrevaron algunos de los autores tapatíos. Por otra parte, reconoce asimismo
que del cúmulo de escritores que participaron en las publicaciones de la época,
algunos se perdieron y no lograron consolidarse.
Es este, pues, un libro digno de
consulta, que nos ofrece la perspectiva, anteriormente fragmentada, de una
Guadalajara siempre viva para las letras, de la cual han surgido narradores,
poetas, dramaturgos y ensayistas fundamentales, dignos de releerse. Una
generación que abrió rutas para quienes llegaron en la década de los noventa y
para quienes aún construyen esta literatura local (y al mismo tiempo
universal), en un acto que el mismo Pedro Valderrama reconoce como “la palabra
inacabada”.