4.11.24

La sabia arquitectura de Lina Bo Bardi

 


Si la arquitectura europea del siglo XX se recostó durante varias décadas en los principios téóricos de Le Corbusier como si fueran inflexibles, hubo una cadena de personajes que blindaron el llamado Movimiento Moderno y lo extendieron a otras geografías, pero con especial atención en las condiciones particulares de cada región, como fue el caso de Lina Bo Bardi, quien contribuyó a dotar de dignidad, identidad y prestigio a la arquitectura Brasileña.

Lina Bo Bardi nació en Roma en 1914 con el nombre de Achillina Bo. En 1930 se recibió como arquitecta y comenzó a trabajar en pequeños proyectos y en el mundo editorial, donde hizo equipo con el célebre Bruno Zevi, uno de los más importantes historiadores de la arquitectura del siglo XX, publicando la revista A Cultura della Vita. Debido a su ímpetu por las causas sociales y su interés en la política, se adhirió a la resistencia contra la ocupacion alemana durante la segunda Guerra Mundial, participando con el Partido Comunista Italiano en acciones clandestinas y de proselitismo.

Fue en 1946 cuando adoptó el apellido Bardi, al casarse con el crítico de arte Pietro María Bardi. Ambos decidieron trasladar su residencia a Brasil, un país cuya naturaleza y vigor les ofrecía  no sólo refugio político, sino una mejor perspectiva de vida que la de una Europa en ruina, desquebrajada por la guerra reciente.

Mientras Pietro hacía una trayectoria como coleccionista de arte y afianzaba sus relaciones con la clase política brasileña, Lina comenzó a desarrollar su potencial como profesionista, no sólo proyectando importantes edificios para el estado, sino como diseñadora, escenógrafa teatral y académica, además de aportar reflexiones teóricas a la arquitectura con su libro Contribución Propedeutica ao Ensino da Teoria da Arquitetura (1957).

Entre sus obras más relevantes destacan el Museo de Arte de Sao Paulo (1958), la Iglesia del Espíritu Santo do Cerrado (1976), el Teatro Oficina (1990) y SESC Pompéia (1990), en las que dispone de plasticidad los principios de la arquitectura funcionalista. En el urbanismo, destaca Ladera de la Misericordia (1988), en San Salvador de Bahía, proyecto de regeneración urbana para articular dos barrios que entonces se encontraban en lamentable deterioro físico y social. Finalmente, hay que mencionar la Casa de vidrio (1951), donde la arquitecta habitó por cuatro décadas y a la que dediqué un breve poema en mi libro Suburbio acá:

 

Esta es la casa de vidrio

en la jungla de Sao Paulo,

luz que recorre la fronda

con sus ojos verdes.

Aquí, el cristal y el concreto

aprendieron a amarse

con al limpieza

de una línea recta,

de un muro desnudo que

asoma apenas

en la maleza

con el sigilo de la arquitectura

que resguarda quietud.

 

Aquí dejó Lina

su anhelo de cristal.

 

Lina Bo Bardi falleció en 1992 sin dejar de participar un día en la vida cultural del país que la adoptó. Si algo le debemos a esta gran arquitecta es la lucidez y sabiduría con la que proyectó su vida y su obra, a partir de un inquebrantable entusiasmo por la cultura, la naturaleza y el bienestar social. Sabía que el mejor engranaje entre el ser humano y su entorno se edifica con un incendio.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario