A lo largo de los años, la geografía, paisajes y sitios de Lagos de Moreno han sido materia creativa para poetas, cuentistas o ensayistas. En el caso de la novela, hay algunas obras en las cuales la ciudad ha sido el escenario para el desarrollo de las historias que ahí se cuentan. Enseguida enumero brevemente algunos ejemplos de estas.
El imprescindible Mariano Azuela hace referencia de su
ciudad natal en diversos momentos, pero es en su primera etapa como novelista
(las primeras dos décadas del siglo XX) cuando la sitúa como escenario central.
En Los fracasados (1908), Lagos
aparece con el nombre de Álamos del Sagrado Corazón, con sitios locales que se
identifican fácilmente, aunque en realidad encarna a cualquier población
mexicana de principio del siglo XX, donde la lucha de poderes locales y el
despertar de la conciencia colectiva anuncian la revolución por venir. Por su
parte, Mala yerba (1909) describe más
bien la zona rural laguense, un paraje ficticio cercano a la Mesa Redonda. Es
una intensa historia sobre la vida en las haciendas, donde las desigualdades
sociales y las pasiones atan y desatan la fatalidad.
Al igual que en Los
fracasados, Azuela sitúa también Sin
amor (1912) en el ambiente urbano de Lagos, centrando las acciones en la
porfía de Lidia Romero y su hija por alcanzar cierto status social. De este libro dice Sergio López Mena:
Finalmente, en Los caciques (1917) describe el turbulento
periodo revolucionario en Lagos durante al gobierno de Madero y su caída. Los
actores políticos y económicos de la ciudad alteña (la cual, como en el resto
de sus novelas, no se menciona) toman partido según sus intereses y se
enfrentan entre sí, haciendo de la turbulencia nacional una réplica local, con
sus propios argumentos, actos de justicia y hasta traiciones.
A mitad de siglo XX apareció
Dalia (Biblioteca de Autores
Laguenses, 1953), segunda novela de Alfredo Márquez Campos. En ella se cuenta una
historia de amor con desenlace adverso. Lagos de Moreno, la Quinta Rincón
Gallardo y sus alrededores, son el escenario principal. El ambiente urbano es
etéreo, nebuloso, subordinado a las emociones del periodista Gabriel Dover y su
relación con Dalia Rubello, una bailarina enigmática. Márquez Campos también
sitúa la ciudad de manera periférica en Soledades
(1954) y en Lejos quedó el pueblo
(1950), donde Tlacuitapa es el centro de las acciones.
En 1973 aparece El tamaño
del infierno, obra con la que Arturo Azuela se inició como novelista. En
ella relata el vínculo entre varias generaciones de su familia, la tierra de
origen (Lagos) y la tierra de destino (Ciudad de México). Aquí los nombres
geográficos son reales, excepto aquellos que se refieren a Lagos de Moreno, que
aparece como Lagunillas del Rincón; su río se llama Río de la Misericordia; La
colina del Calvario se llama Cerro Pelado y Pedro Moreno, el héroe local de la
insurgencia, aparece como Pablo Rincón.
Crecimos en el pueblo y en el rancho, en la botica de la Asunción y en La Providencia, así como en las escalinatas de la parroquia y en las faldas de la Mesa Redonda y del Cerro Pelado. Sin lugar a dudas, por ese entonces, éramos en Lagunillas una familia floreciente.
Esta novela registra el cosmos rural y urbano que enriqueció una etapa de la estirpe Azuela. Tuvo una gran acogida por la crítica y a la fecha lleva múltiples ediciones.
Álvaro Enrigue, en Vidas perpendiculares (Anagrama, 2008), narra la vida de Jerónimo
Rodríguez, un niño que nace en Lagos en 1936 y tiene la particularidad de
recordar sus diversas reencarnaciones, las cuales aparecerán intermitentemente
a lo largo de la historia. Describe un pueblo en permanente somnolencia, “donde
al parecer nunca ha sucedido absolutamente nada después de las nueve de la
mañana, cuando ya pasó la misa y ya se terminó la ordeña de las vacas”. Sin
embargo, ese aparente vacío está pleno de actitudes y circunstancias morales y
familiares que afectan a Jerónimo. Por ejemplo, en cierto episodio es enviado a
vivir a la azotea de su casa, donde se entretiene leyendo libros que saca de la
biblioteca pública con ayuda de una de sus sirvientes, a quien recuerda como
una fenicia de otra vida.
Por su parte, Juan Pablo Villalobos, es autor de Si viviéramos en un lugar normal
(Anagrama, 2012), novela sobre la ruralidad cosmopolita (disculpen tan
rimbombante concepto) que vivía Lagos en los años ochenta, donde todo solía
suceder, a pesar de las limitaciones urbanas, sociales y geográficas. Al mismo
tiempo, presenta el despertar en la conciencia de Orestes, el niño
protagonista, quien sentencia desde las primeras líneas los pormenores del
contexto:
Déjenme decir de una vez cuatro cosas de mi pueblo, para quien nunca haya venido por aquí: hay más vacas que personas, más charros que caballos, más curas que vacas y a la gente le gusta creer en la existencia de fantasmas, milagros, naves espaciales, santos y similares.
Más reciente es la novela de Roberto Castelán Rueda titulada La niña y el sacerdote (La zonámbula, 2019). Basada en un caso real, trata sobre la vida de una niña (Ofelia) a quien un sacerdote (Enrique) convierte sistemáticamente en su pareja sentimental, mediante el abuso sexual, el adoctrinamiento y la complicidad de la moral católica. El contexto a modo favorece la relación y somete a la víctima de pederastia a ceder ante el poder, asumir una supuesta resignación y acumular culpas a lo largo de su vida. Lo mismo sucede en las altas esferas del Vaticano que en una comunidad marginal o en Lagos de Moreno, un sitio complaciente para el abuso donde, en apariencia, se vive en concordia: “un lugar donde la gente camina saludándose, se para a platicar en la banqueta y detiene su automóvil en medio de la calle en espera de un familiar… cuya quietud es rota día y noche por las notas de narcocorridos surgidas de las bocinas de costosos equipos de sonido”. Paralelamente, la novela relata el caso de Juanito, para quien el abuso no ha dejado sino una acumulación de rabia, marginación e infortunios, a diferencia de su amiga Ofelia.
Apenas salida de imprenta hace unos meses está la novela reciente de Dante
Medina: Por aquí pasaba un río, y yo
también (CULagos, 2020), un itinerario por los barrios, los cafés, las
calles, anuncios y personajes imaginarios y reales que en Lagos de Moreno sorprenden
al protagonista, construyendo un ambiente fantástico y universal.
Gracias Arq. Dante por tener a Lagos de Moreno siempre presente.
ResponderBorrarArquitecto, cada rato hablamos del famoso Lagos.
ResponderBorrarPero falta hace hablar del dramaturgo que escribió novelas
KEGEL