El ejercicio poético, por su naturaleza escurridiza, requiere silencios, pausas o, en ocasiones emergentes, el abandono. En este libro, Mario Z Puglisi decide hacer una escala y recapitular diez años de quehacer con la palabra.
La selección viene con el título de quien reconoce su capacidad de asombro: El impulso de tocarlo todo. El poeta vive con ese impulso, tiene el afán de asombrarse en todo lo que palpa y de reinventar lo existente. Sabe que el mundo no es mientras no ha sido tocado y, una vez que se toca, parece no ser lo que es. Este principio de ambigüedad es la materia prima con la cual se formulan los parajes de la poesía. Tiene por objeto reblandecer los sentidos y colocar la subjetividad del mundo en primer plano.
El impulso de tocarlo todo es una ráfaga. Le favorece haber sido escrita en el paisaje benévolo de la ribera de Chapala y en la mano de un autor que procura recolectar cuanto sea posible, reunirlo en la pluma y lanzarlo como petardo. Entre más pronto se suelte lo obtenido más cosas seguirán obteniéndose, incluyendo lo que se ha dejado al margen, como señala el autor: “Soy la suma de los desertado.”
De un tiempo a la fecha, medio país dice ser poeta. Los versos se han reducido y endurecido, se leen en clave morse y deben acompañarse de forzadas pausas dramáticas para simular una sustancia poética inexistente en hartos casos. Mario Z Puglisi es aventurero y opta por lo contrario: procura la retórica, el discurso de largo aliento y sus corrientes peligrosas. Este oficio, al cual se enfrentaron poetas como José Carlos Becerra o José Gorostiza, requiere disciplina y cuidados de gatillero. Como Mario, hay que saber disparar disparar disparar y en el momento preciso
punto
La selección viene con el título de quien reconoce su capacidad de asombro: El impulso de tocarlo todo. El poeta vive con ese impulso, tiene el afán de asombrarse en todo lo que palpa y de reinventar lo existente. Sabe que el mundo no es mientras no ha sido tocado y, una vez que se toca, parece no ser lo que es. Este principio de ambigüedad es la materia prima con la cual se formulan los parajes de la poesía. Tiene por objeto reblandecer los sentidos y colocar la subjetividad del mundo en primer plano.
El impulso de tocarlo todo es una ráfaga. Le favorece haber sido escrita en el paisaje benévolo de la ribera de Chapala y en la mano de un autor que procura recolectar cuanto sea posible, reunirlo en la pluma y lanzarlo como petardo. Entre más pronto se suelte lo obtenido más cosas seguirán obteniéndose, incluyendo lo que se ha dejado al margen, como señala el autor: “Soy la suma de los desertado.”
De un tiempo a la fecha, medio país dice ser poeta. Los versos se han reducido y endurecido, se leen en clave morse y deben acompañarse de forzadas pausas dramáticas para simular una sustancia poética inexistente en hartos casos. Mario Z Puglisi es aventurero y opta por lo contrario: procura la retórica, el discurso de largo aliento y sus corrientes peligrosas. Este oficio, al cual se enfrentaron poetas como José Carlos Becerra o José Gorostiza, requiere disciplina y cuidados de gatillero. Como Mario, hay que saber disparar disparar disparar y en el momento preciso
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Prólogo a El impulso de Tocarlo todo, Mario Z. Puglisi, Ediciones El viaje, Guadalajara, 2009.
Que hay Dante, agregué tu blog a mis links (creo que existe un término específico para esta acción pero lo ignoro) y aprovecho para mandarte un saludo.
ResponderBorrarestamos en contacto :)
zas, yo te agrego enseguida. Saludos!
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