4.6.08

Poemas del Sueño y la vigilia


Este preámbulo debe ser breve. La poesía lo es y no deja maderos rotos en su arena. Poemas del sueño y la vigilia también procura esa brevedad: es un libro discreto, apacentado en la palabra de a pie y en la recuperación del recurso sencillo. Quien es sorprendido en posición de asombro y sin aspavientos tendrá una lectura grata al recorrer sus páginas.
Poemas del amanecer, la primera parte, está constituida en su mayoría por marinas, en las cuales levitan el amanecer y el amor, la marea y los hombros de la mujer, el horizonte y el lecho cercano. El sueño y la vigilia son circunstancias intangibles, estados anímicos que regulan los dislates de la supuesta realidad. Un hombre sereno, como lo es José Miguel, asume su labor de termostato ante los embrujos del paisaje, del amanecer, de la piel sitiada o de la compañera amante. Dice que uno es duda, que uno es blandura “y uno cree tener sangre de poeta o muerto, / y meditando / se queda sentado en la mitad de su cerco”; por eso se convierte en fotógrafo de las cosas breves y las revela, para que se agiganten, en esa cámara oscura llamada poesía.
La segunda parte da título al poemario. La conforman trece miniaturas de un deambulante (no del sosegado en la habitación), quien procura encaramarse al tiempo, a las calles y a los “lentos días”. Todo rebota cuerpo adentro, como en estos versos: “Cuando cerraste los ojos / apareció la voz, / un puente como relato / en el que ocurría / lo simple y lo extraordinario”.
Parte de guerra cierra el poemario. Es denuncia y es el hierro de quienes reciben el golpe de los poderes bélicos, esos “de abajo” que describió Azuela, un coterráneo del autor. Aquí no hay proclamas políticas o justicieras, sino la voz de quienes no tendrán más remedio que permanecer en los recovecos de la sociedad, con la amenza permanente de un campo minado llamado mundo. “Tal vez, más que antes / se está solo / y la vida es humilde”, dice el último poema, cerrando así la (para otros) inacabable esperanza.
Este es el segundo libro de José Miguel Becerra. El primero, Latitudes del Hombre, fue publicado por el Centro Universitario de los Lagos en 2005. Como promotor cultural ha mantenido, por casi tres años, la revista Mientras pasa la tarde, en la cual ha cobijado a diversos escritores, ilustradores e investigadores de las ciencias sociales en el centro de la República. Me he enterado que dicho proyecto hará una pausa por motivos económicos. No es esto más que un parte de guerra en una sociedad que requiere urgentemente del sueño y de la vigilia sensata para seguir de pie.


Prólogo al libro Poemas del sueño y la vigilia, de José Miguel Becerra, Ediciones Mientras pasa la tarde, Lagos de Moreno, 2007.

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