22.10.07

Cri cri, el caníbal y los otros


Mientras un proceso judicial esclarece si el caníbal de la Guerrero cometió o no antropofagia; mientras Aeroméxico es carnada para el mejor postor (y no la mejor alternativa para la aeronáutica nacional); mientras Fox se exhibe por enésima vez; mientras el Atlante vuelve a ser el chido, aunque pocos lo disfrutemos; mientras Calderón esconde la mano en el gasolinazo; mientras Tonalá arde y las autoridades tocan la lira; mientras Petersen se empeña en desocupar un barrio de toda la vida para meter una vecindad de dos semanas; mientras yo escribo y Julieta Campos se acomoda en el cielo… mientras eso gravita, hay una lindura que conmemoramos los mexicanos en estos días (y nada tiene que ver con Frida o Diego): se trata de los cien años del nacimiento de Francisco Gavilondo Soler, alias Cri-cri: un gavilán orondo: un franciscano gavilán.
Basta decir Cri-cri para relajarnos, volver a la infancia o hacerse de la vista gorda si somos muy machos o “muy maduros”.
Verdad que ajá. Cualquiera, hasta el más chucho o el uyuyuy de la cuadra, sabe de memoria un pedazo de canción nacida del grillito ese. Envidiota para las gemelas Ivonne e Ivette ¿verdad? Yo, o sea mí, tengo mis preferidas. Puedo recordar, así, sin ir al Google -como acostumbran muchos articulistas “serios”- canciones de antología: Los enanitos toreros, El ratón vaquero, La patita o Los pollitos jardineros, tema que bailé en el jardín de niños como todo un Nureyev de pacotilla. Entre todos me emociona El gato de barrio y sus estribillos

Que bonito es mi barrio
sobre todo en las mañanas
cuando pasa echando chispas el camióna lueguito por la tarde
se columpian las campanas
invitando a todo mundo a la oración

Qué bonito es mi barrio
sobre todo por las noches
cuando empiezan los cochinos a roncar
a lo lejos por los cerros
ladran juntos veinte perros
y no dejan las chicharras de cantar


Cri-cri no es un personaje de la infancia, como la mayoría lo clasifica, sino de la mexicanidad. Y me refiero a mexicanidad, no como un término de agregados simbólicos o fastidiosos íconos, sino como un ingrediente pozolario que se paladea y ya. Es otro más del tazón, igual a Chava Flores, a la capirotada, a Renato Leduc, al Santo, a María Sabina, a la familia Burrón, a José Alfredo, a la pomada de la campana, a Morelos o a Botellita de Jerez.
Los demás, el caníbal y el chalet foxiano, se reducen por sí solos. Este país no necesita enrolarse en chismes de ocasión si es productivo, ni meterse a como dé lugar en la esfera dirigida del poder económico internacional o en quemazón política de pocos. Es una sentencia a la Negrita Cucurumbé:

Pero ¡válgame, mujer!
¿Pues qué no ve?
Que así, negra, está bonita,
Negrita Cucurumbé.

1 comentario:

  1. hola: me ha gustado tremendamente tu blog, este post sobre cri cri, me pareció interesante, tienes razón, Gavilondo Soler, es parte de esos treinta y dos Estados que conforman México, y debemso estar orgullosos de el, transmitirlo en generaciones, como se transmite la identidad mexicana, un saludo, desde Mérida.

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