González Gortázar. Fotografía: El País
En el año 2013 la
Universidad de Guadalajara distinguió a Fernando González Gortázar (Guadalajara,
1942) como Doctor Honoris Causa. Simultáneamente, la exposición Resumen del fuego, en el Museo de las Artes,
signó el regreso a casa del reconocido arquitecto y escultor tapatío, quien,
entre otras distinciones, ha sido también Premio Nacional de las Artes y se ha formado
como un diletante en su andar cosmopolita.
Desde temprana edad, FGG
gozó de Chapala, gracias a las temporadas que su familia pasaba con fines de
descanso, y fue ahí donde realizó un par de obras de relevancia para su
carrera.
La Cristianía. Fotografía: TripAdvisor
El acceso al parque es
rotundo y se eleva con la violencia de un tejado que engulle a los usuarios
hacia el interior. Los pilares de la fachada se coronan con un penacho de
plantas de ornato, en remembranza a las macetas y enredaderas colgantes de
algunos patios y viviendas de la región, donde los helechos y flores de
temporada son parte del paisaje doméstico y urbano. Hoy están descuidados,
quizá por lo poco funcional de su mantenimiento.
Si desde el cielo la zona de
asadores es una siembra de frágiles tréboles, a ras de suelo, la masividad de
la piedra emerge con fiera voluntad entre las áreas verdes, y sostiene trabes
de concreto sobre las que descansan tejados que dan resguardo a los paseantes. Por
su parte, los pilares de piedra labrada rompen con la horizontalidad y son, a
la vez, prácticos asadores para el convivio dominical.
La naturaleza y la
arquitectura se intersectan una y otra vez en las ondulaciones de las áreas
verdes y rematan en la horizontalidad de la laguna, al fondo del parque, tras
el follaje de los árboles y el canto de decenas de especies de aves.
Para
quien visita Chapala, el Parque de la Cristianía es un referente urbano que
constituye un acertado esfuerzo de la arquitectura mexicana por dotarse de
identidad sin los preceptos internacionales, más bien con los recursos de la
arquitectura vernácula y su relación con el paisaje y las costumbres locales.
Es un espacio de utilidad permanente que durante el día se llena de paseantes,
deportistas y familias. Esa utilidad tan anhelada ahora que se construyen
elefantes blancos por doquier en los espacios públicos de nuestras ciudades.
Casa Salcido
Otra obra que vale la pena
destacar es la Casa Salcido, construida diez años antes (en 1971) y ubicada
sobre la calle Hidalgo, a unos pasos del parque La Milagrosa, donde FGG se
vuelca a un funcionalismo íntimo, doméstico, que no aspira sino a retraerse
tras los muros de una quinta infranqueable. De ella refiere Raquel Tibol lo
siguiente:
…sólo puede calificarse de euforia verbal, o fruto de una imaginación exaltada que logra ver cómo tres paredes se entregan al amor sexual… donde dos muros exteriores se encuentran haciendo un ángulo de 90 grados, [Manuel] Larrosa ve una “intersección erótica, anuncio de bellezas interiores”.[1]
FGG es de los hombres renacentistas que la sociedad posmoderna tiende a suprimir en beneficio de una producción meramente técnica. Apuesta por el humanismo y la memoria, como lo señala él mismo en la siguiente cita: “la ciudad, como la arquitectura, también debe expresar la verdad y el autorretrato, que en este caso es colectivo. La ciudad debe ser la suma de las épocas por las que ha pasado, y la suma de los grupos que la han construido”[2]. Con esa congruencia, González Gortázar ha levantado su obra y el significativo legado que deja en Chapala.
[1] Tibol,
Raquel. “Manuel Larrosa sobre Fernando González Gortazar”, en Revista Proceso. Vista el 10 de junio de
2018. http://www.proceso.com.mx/180223/manuel-larrosa-sobre-fernando-gonzalez-gortazar
[2] González Gortázar, Fernando (2014). Arquitectura, pensamiento y creación.
Fondo de Cultura Económica y UNAM. México, D.F. Pag. 157.
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