El sujeto de la poesía no es la voz interior. Se trata de múltiples personajes que habitan la ciudad y exponen sus conflictos, placeres y enfermedades. Cada uno es Accio y Accio es el enunciante de cada uno. Se convierte en el escribiente que los toma al tiempo que ellos se esfuman. Parafraseando a Octavio Paz, “son reales y se disipan”. Lo que no puede asirse termina desmoronándose en manos del sujeto mismo.
Este libro es, entonces, la perspectiva del que cae, del que no tiene esperanza o simula tenerla. Algunos versos lo enuncian: “Mis héroes se han hecho fantasmas” o “algo siempre continúa rumbo al piso”. Se trata de relaciones a medias, amores insatisfechos, suicidio o indiferencia ante lo incontrolable. Se escriben, como lo dice el título, desde el vacío.
Accio reivindica la poesía conversada, a manera de monólogo, en voz de un peatón común, de un vampiro urbano, del hombre que busca amor, y del noctámbulo destinado al fracaso. Se trata del humano violentado por una sociedad audiovisual y un monstruo mediático; en sus relaciones reconoce su pequeñez y vive a la deriva. Se trata, pues, de un libro en el que habita el individuo en constante caída ante el mundo posmoderno.