23.10.10


Alguna vez leí un libro sobre el suicidio en una colección de bolsillo que se llamaba Duda, publicada allá en los años setenta por La Prensa (¿o sería por una revista homónima que trataba temas de extraterrestres, fantasmas y demás “misterios”? No lo sé). En aquel libro, el testimonio de una mujer con tendencia suicida fue móvil para que yo escribiera mi cuento llamado Inmóvil, que trata sobre una niña empecinada en ir todos los días al jardín de su casa a “morirse”.
Inmóvil es, entre los de La tentación, el texto que más comentarios me ha entregado, quizá por romántico o por sus aspiraciones góticas. Fue también la primera colaboración que entregué a la red, cuando Leya la subió al portal de Chatmaniacos en el 2000. Además, tiene un guión para cortometraje que se quedó enlatado antes de nacer.
Hace tiempo recibí de Romina Vázquez, una buena alumna de arquitectura, este pastel inspirado en el cuento. Desde el césped, el personaje mira desbandarse los pájaros, mientras su mano, en primer plano, se abre como un presagio. Un buen tema para las lunas de octubre.

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