28.11.07

Un día de contracultura




Por quinto año consecutivo, el Centro Universitario de Los Lagos y la revista Generación llevaron a cabo en Lagos de Moreno el Congreso Nacional de Contracultura. 22, 23 y 24 de noviembre, exactamente.
La segunda jornada inició en El cisne, un pequeño bar acurrucado en una esquina de Luis Moreno y Allende, de donde algunas veces vi salir tambaleando a Black Killer, gladiador precursor de los hermanos dinamita. Ahí se celebró por la tarde el convite contracultural, mientras Andrés, el propietario, despachaba sendos tragos de elixir a los asistentes.
Llegamos a medio programa, pues ya se había llevado a cabo la mesa redonda “Tequila vs. mezcal” y se presentaba el libro Cultura/Contracultura y redes de poder, de Eliseo López y Rubén Becerra.
Yahaira Padilla, una de las organizadoras, nos invitó a presentar una muestra de la Red de revistas independientes, pues en Jalisco también se hacen aguas y son, afortunadamente, un torrencial que aporta al país productos creativos de alcance mayor.
La mesa estuvo compuesta por Favio Gámez, de La Jericalla ahogada, Gaby Saldaña, de La otra realidad, Mario Z. Puglisi, de Meretrices, Berónica Palacios, de Papalotzi y Rosario Orozco, de Va de nuez. Nos faltó Sergio Fong, director de La rueda, quien tuvo que quedarse en Guadalajara a preparar el arranque de La otra FIL. Tres revistas de Guadalajara, una de Atotonilco y una de la ribera de Chapala se posesionaron por un rato entre los oyentes, haciendo de la sesión de preguntas y respuestas un foro para embestir con los astados de quienes editan la voz subterránea en este coso regional.
Después de abandonar El Cisne fuimos a comer e instalarnos al Hotel Colonial. Es pequeño el mundo, de veras, pues Mario Z. Puglisi resultó ser pariente de la propietaria y fue allí donde nos encontramos con Alicia Martín, actriz laguense de ferviente amor a la vida artística.
Quien a Lagos llega debe rondar por sus calles y rinconadas, subir al Calvario y tomarse una foto con la estatua de Azuela en el jardín de san Felipe. Eso hicimos el resto de la tarde. Por La noche tuvimos show en Casa Serrano. Primero se inauguró una exposición de Jorge Vite y luego se llevó a cabo la mesa redonda “La cultura como misoginia… de monja a cabaretera”, con una ponencia-performance de la impredecible Iris México y comentarios de Nayeli Santos y Roberto Castelán.
Beropa instaló una mesa con publicaciones periódicas jaliscienses, algunos libros y productos eróticos de Iris México. Luego vino la música, encendida con el sonido urbano de Fractal, un acoplado en el que tocan Iván Antillón (¡qué buena esperanza tapatía!), Delmiro García, Julio Lara y Carlos Avilez, bien conocido por ser miembro de la emblemática banda Cuca.
A medio traqueteo de la emoción vino Checovich Navarro y me dijo “Ahí está Jaime López”. Órale. Siempre hay que creerle a Checovich, quien es lector avanzado y coleccionista de buena música. Efectivamente, el maestro estaba casi embarrado en la pared del fondo, escuchando como cualquier parroquiano. Dijo que sí a un par de fotos y flash flash flash yacuzá yacuzá…
Fue entonces que Fractal interrumpió su sabor e Iván Antillón invitó al escenario a Jaime López. Por una noche me convertí en algo así como un grupi. Cómo no, si el otrora “mequetrefe”, comenzó a tocar Corazón de cacto (“la perra de perras”, diría un conocido mimo de Lagos) y Caite cadáver, dos piezas de mi soundtrack personal que hicieron de Cecilia Toussaint una gurú del rock en los años ochenta. A Jaime López se le conoce más por rolas como La chilanga banda o Ella empacó su bistec, pero es un reverendo compositor de la ciudad y sus achaques. Nació en el Matamoros de Rigo allá por los cincuenta y en el DF se fue agrandando y compartiendo su música con los Toussaint, con Café Tacuba, con José Manuel Aguilera y con otros intérpretes de sobra conocidos.
No me dejarán mentir quienes se quedaron un rato más a pisarle las huellas al inmortal cangrejo: estaba de fiesta la fiesta. Algunos no tendríamos cuerda para el día siguiente, pero otros llevarían a cabo una prórroga de contracultura en esta ciudad a ratos luminosa.


Fotos cortesía de M.Z. Puglisi


7.11.07

Estudios Laguenses*


Hace días fui invitado a participar en la presentación de Estudios laguenses, junto con Alfredo Moreno González, Mario Gómez Mata (quien lamentablemente no pudo acompañarnos por encontrarse convaleciente) y el autor del libro, Sergio López Mena, cuyo trabajo profesional se ha desarrollado en dos vertientes: la literatura y Lagos de Moreno.
Sobre este último tema ha escrito Lagos de Moreno; visto y oído, Luz y gallardía de Lagos de Moreno y Diccionario laguense de hombres y mujeres ilustres, entre otros títulos. También ha reeditado a autores locales como José Rosas Moreno y Francisco González León. Durante los años ochenta publicó la única revista de difusión cultural que existía entonces en la ciudad, me refiero a Alteña, en la que llegaron a colaborar a Eusebio Ruvalcaba, Vicente Quitarte, Ricardo Orozco Castellanos y Elena Poniatowska.
Estudios laguenses es una recopilación de dieciocho artículos y conferencias publicados con anterioridad en periódicos y revistas. Su lectura no requiere un compromiso intelectual para el lector. Se trata de una miscelánea que recorre la historia de la ciudad sin recurrir a órdenes temáticos y acontece, manteniendo un rigor académico, al margen de la pretensión científica. Es, pues, un libro dispuesto a cualquiera.
Suma temas diversos: las primeras descripciones de la Villa de Santa María de los Lagos; apuntes biográficos de personajes como Antonio Gómez Anda o Manuel González Serrano; referencias a personas aún desconocidas (o sepultadas), como Macedonio Ayala, Patricio Arellano o Soledad Orozco Ávila; así como asuntos evitados por un temeroso grueso de laguenses, como la Reforma Agraria, el quehacer cultural actual o la esclavitud durante el virreinato.
El libro concluye con un recuerdo del movimiento político impulsado en 1979 por jóvenes profesionistas de niveles socioeconómicos medio y bajo, a fin de desterrar el cacicazgo como status quo. Este cierre no es casual, como señaló el propio López Mena, es un guiño para que la sociedad laguense asuma una deuda: la de reconocerse y enfrentar su actual circunstancia social, cultural y política, así como las relaciones de convivencia en las que subyace. Además, deja un renglón en blanco para que el estudioso de la ciudad apechugue en temas aún vírgenes.
Como es tradición, no hubo en el público un solo personaje de la clase gobernante en el municipio. Quienes deben atender con interés estas actividades son los menos apersonados. Eso sí, cuando se trata de futbol, de política barata o de guarapeta, aparecen en caravana. Y no es asunto privativo de Lagos. Seguramente sucede lo mismo en muchas ciudades del país. Presidentes, regidores y funcionarios son analistas prolíficos de futbol y saben de memoria la alineación de cada equipo, pero cuando hay qué zambullirse en la identidad del sitio que gobiernan son incapaces de nadar o flotan de soslayo, de ahí que se siga gobernando bajo métodos de absoluta ocurrencia o hagan de su labor un corcovo. Textos como el de López Mena son ajenos a ellos. Es más, dudo que algunos abran, al menos por accidente, un libro.
Para el laguense común, quien aboga por levantar la casa chica, Estudios laguenses será un libro enriquecedor y, ojalá, trascendente.


*Estudios Laguenses, Sergio López Mena, Editorial Praxis, México, 2007.