Por quinto año consecutivo, el Centro Universitario de Los Lagos y la revista Generación llevaron a cabo en Lagos de Moreno el Congreso Nacional de Contracultura. 22, 23 y 24 de noviembre, exactamente.
La segunda jornada inició en El cisne, un pequeño bar acurrucado en una esquina de Luis Moreno y Allende, de donde algunas veces vi salir tambaleando a Black Killer, gladiador precursor de los hermanos dinamita. Ahí se celebró por la tarde el convite contracultural, mientras Andrés, el propietario, despachaba sendos tragos de elixir a los asistentes.
Llegamos a medio programa, pues ya se había llevado a cabo la mesa redonda “Tequila vs. mezcal” y se presentaba el libro Cultura/Contracultura y redes de poder, de Eliseo López y Rubén Becerra.
Yahaira Padilla, una de las organizadoras, nos invitó a presentar una muestra de la Red de revistas independientes, pues en Jalisco también se hacen aguas y son, afortunadamente, un torrencial que aporta al país productos creativos de alcance mayor.
La mesa estuvo compuesta por Favio Gámez, de La Jericalla ahogada, Gaby Saldaña, de La otra realidad, Mario Z. Puglisi, de Meretrices, Berónica Palacios, de Papalotzi y Rosario Orozco, de Va de nuez. Nos faltó Sergio Fong, director de La rueda, quien tuvo que quedarse en Guadalajara a preparar el arranque de La otra FIL. Tres revistas de Guadalajara, una de Atotonilco y una de la ribera de Chapala se posesionaron por un rato entre los oyentes, haciendo de la sesión de preguntas y respuestas un foro para embestir con los astados de quienes editan la voz subterránea en este coso regional.
Después de abandonar El Cisne fuimos a comer e instalarnos al Hotel Colonial. Es pequeño el mundo, de veras, pues Mario Z. Puglisi resultó ser pariente de la propietaria y fue allí donde nos encontramos con Alicia Martín, actriz laguense de ferviente amor a la vida artística.
Quien a Lagos llega debe rondar por sus calles y rinconadas, subir al Calvario y tomarse una foto con la estatua de Azuela en el jardín de san Felipe. Eso hicimos el resto de la tarde. Por La noche tuvimos show en Casa Serrano. Primero se inauguró una exposición de Jorge Vite y luego se llevó a cabo la mesa redonda “La cultura como misoginia… de monja a cabaretera”, con una ponencia-performance de la impredecible Iris México y comentarios de Nayeli Santos y Roberto Castelán.
Beropa instaló una mesa con publicaciones periódicas jaliscienses, algunos libros y productos eróticos de Iris México. Luego vino la música, encendida con el sonido urbano de Fractal, un acoplado en el que tocan Iván Antillón (¡qué buena esperanza tapatía!), Delmiro García, Julio Lara y Carlos Avilez, bien conocido por ser miembro de la emblemática banda Cuca.
A medio traqueteo de la emoción vino Checovich Navarro y me dijo “Ahí está Jaime López”. Órale. Siempre hay que creerle a Checovich, quien es lector avanzado y coleccionista de buena música. Efectivamente, el maestro estaba casi embarrado en la pared del fondo, escuchando como cualquier parroquiano. Dijo que sí a un par de fotos y flash flash flash yacuzá yacuzá…
Fue entonces que Fractal interrumpió su sabor e Iván Antillón invitó al escenario a Jaime López. Por una noche me convertí en algo así como un grupi. Cómo no, si el otrora “mequetrefe”, comenzó a tocar Corazón de cacto (“la perra de perras”, diría un conocido mimo de Lagos) y Caite cadáver, dos piezas de mi soundtrack personal que hicieron de Cecilia Toussaint una gurú del rock en los años ochenta. A Jaime López se le conoce más por rolas como La chilanga banda o Ella empacó su bistec, pero es un reverendo compositor de la ciudad y sus achaques. Nació en el Matamoros de Rigo allá por los cincuenta y en el DF se fue agrandando y compartiendo su música con los Toussaint, con Café Tacuba, con José Manuel Aguilera y con otros intérpretes de sobra conocidos.
No me dejarán mentir quienes se quedaron un rato más a pisarle las huellas al inmortal cangrejo: estaba de fiesta la fiesta. Algunos no tendríamos cuerda para el día siguiente, pero otros llevarían a cabo una prórroga de contracultura en esta ciudad a ratos luminosa.
La segunda jornada inició en El cisne, un pequeño bar acurrucado en una esquina de Luis Moreno y Allende, de donde algunas veces vi salir tambaleando a Black Killer, gladiador precursor de los hermanos dinamita. Ahí se celebró por la tarde el convite contracultural, mientras Andrés, el propietario, despachaba sendos tragos de elixir a los asistentes.
Llegamos a medio programa, pues ya se había llevado a cabo la mesa redonda “Tequila vs. mezcal” y se presentaba el libro Cultura/Contracultura y redes de poder, de Eliseo López y Rubén Becerra.
Yahaira Padilla, una de las organizadoras, nos invitó a presentar una muestra de la Red de revistas independientes, pues en Jalisco también se hacen aguas y son, afortunadamente, un torrencial que aporta al país productos creativos de alcance mayor.
La mesa estuvo compuesta por Favio Gámez, de La Jericalla ahogada, Gaby Saldaña, de La otra realidad, Mario Z. Puglisi, de Meretrices, Berónica Palacios, de Papalotzi y Rosario Orozco, de Va de nuez. Nos faltó Sergio Fong, director de La rueda, quien tuvo que quedarse en Guadalajara a preparar el arranque de La otra FIL. Tres revistas de Guadalajara, una de Atotonilco y una de la ribera de Chapala se posesionaron por un rato entre los oyentes, haciendo de la sesión de preguntas y respuestas un foro para embestir con los astados de quienes editan la voz subterránea en este coso regional.
Después de abandonar El Cisne fuimos a comer e instalarnos al Hotel Colonial. Es pequeño el mundo, de veras, pues Mario Z. Puglisi resultó ser pariente de la propietaria y fue allí donde nos encontramos con Alicia Martín, actriz laguense de ferviente amor a la vida artística.
Quien a Lagos llega debe rondar por sus calles y rinconadas, subir al Calvario y tomarse una foto con la estatua de Azuela en el jardín de san Felipe. Eso hicimos el resto de la tarde. Por La noche tuvimos show en Casa Serrano. Primero se inauguró una exposición de Jorge Vite y luego se llevó a cabo la mesa redonda “La cultura como misoginia… de monja a cabaretera”, con una ponencia-performance de la impredecible Iris México y comentarios de Nayeli Santos y Roberto Castelán.
Beropa instaló una mesa con publicaciones periódicas jaliscienses, algunos libros y productos eróticos de Iris México. Luego vino la música, encendida con el sonido urbano de Fractal, un acoplado en el que tocan Iván Antillón (¡qué buena esperanza tapatía!), Delmiro García, Julio Lara y Carlos Avilez, bien conocido por ser miembro de la emblemática banda Cuca.
A medio traqueteo de la emoción vino Checovich Navarro y me dijo “Ahí está Jaime López”. Órale. Siempre hay que creerle a Checovich, quien es lector avanzado y coleccionista de buena música. Efectivamente, el maestro estaba casi embarrado en la pared del fondo, escuchando como cualquier parroquiano. Dijo que sí a un par de fotos y flash flash flash yacuzá yacuzá…
Fue entonces que Fractal interrumpió su sabor e Iván Antillón invitó al escenario a Jaime López. Por una noche me convertí en algo así como un grupi. Cómo no, si el otrora “mequetrefe”, comenzó a tocar Corazón de cacto (“la perra de perras”, diría un conocido mimo de Lagos) y Caite cadáver, dos piezas de mi soundtrack personal que hicieron de Cecilia Toussaint una gurú del rock en los años ochenta. A Jaime López se le conoce más por rolas como La chilanga banda o Ella empacó su bistec, pero es un reverendo compositor de la ciudad y sus achaques. Nació en el Matamoros de Rigo allá por los cincuenta y en el DF se fue agrandando y compartiendo su música con los Toussaint, con Café Tacuba, con José Manuel Aguilera y con otros intérpretes de sobra conocidos.
No me dejarán mentir quienes se quedaron un rato más a pisarle las huellas al inmortal cangrejo: estaba de fiesta la fiesta. Algunos no tendríamos cuerda para el día siguiente, pero otros llevarían a cabo una prórroga de contracultura en esta ciudad a ratos luminosa.
Fotos cortesía de M.Z. Puglisi