A Wendoline le llamaban Wendy. Era la primera mujer con ese nombre en el pueblo y eso la enorgullecía. Sus padres estuvieron buscando un auténtico nombre durante los nueve meses del embarazo para no llamarla “María” o “Guadalupe”. Desde que llegaron los pioneros al pueblo dedicaron su tiempo a construir no sólo casas e iglesias sino a una lucha descarnada por ser los primeros en todo y añadir trofeos a su causa particular.
Eran también los primeros en la región, pues este pueblo, dicen los grandes, fue el primero fundado a orilla del camino, el primero en cantidad de hombres cultos, la cuna del mundo vaquero y el primero en ver pasar el cometa Shutenberg.
Cada persona que llegaba de otro sitio decía ser el primero, pues no conocía el “antes” y anhelaba ofrecer su nombre a una placa conmemorativa en cualquier calle o plaza. Igual hubiera llegado otra Wendy y asumiría su primacía temporal. Algunos organizaban grupos culturales diciéndose los primeros, aunque el alcalde insistía que el primero fue su ateneo de borrachos reunidos cada sábado en el club. Otros pusieron el primer bar o la primera “escuela de calidad”. Otros decían haber introducido las artes marciales o el rock and roll.
Wendy siempre se preocupó por ser la alumna que más temprano llegaba a la escuela y la primera en clase. Siempre obtuvo primeros lugares en declamación y en geografía aunque otros alumnos eran primeros en ciencias exactas o en informática. Cuando se casó con su primer amor, fue la primera novia que bailó la víbora de la mar y su esposo tuvo por primera vez la ocurrencia de que le pegaran billetes durante el vals.
Una tarde de viernes la tragedia se acomodó en el pueblo. El primer circo había llegado y salieron todos a verlo. Wendy saludaba el paso de la comparsa, empujada por la muchedumbre curiosa. Al acercarse al carretón de los tigres, su vestido se atoró en un astillón de la rueda y esta lo fue enredando. En un jalón que nadie pudo detener fue arrastrada al suelo y la llanta pasó por su cuerpo como si nada. La gente gritó con pavor. No alcanzaron a darle auxilio. Wendy se había convertido en la primera muerta vial. Eso le dio fama en toda la región. En su tumba fue erigido un bello obelisco con guirnaldas que era visitado por propios y foráneos.
Cincuenta años después, cuando el cementerio estaba saturado, la tumba de Wendy fue la primera en ser destruida. El obelisco se vino abajo de un golpe oficial y el cuerpo de la mujer fue llevado a la fosa común. No había ya quién lo reclamara y era necesario sepultar al tío del primer edil.
Eran también los primeros en la región, pues este pueblo, dicen los grandes, fue el primero fundado a orilla del camino, el primero en cantidad de hombres cultos, la cuna del mundo vaquero y el primero en ver pasar el cometa Shutenberg.
Cada persona que llegaba de otro sitio decía ser el primero, pues no conocía el “antes” y anhelaba ofrecer su nombre a una placa conmemorativa en cualquier calle o plaza. Igual hubiera llegado otra Wendy y asumiría su primacía temporal. Algunos organizaban grupos culturales diciéndose los primeros, aunque el alcalde insistía que el primero fue su ateneo de borrachos reunidos cada sábado en el club. Otros pusieron el primer bar o la primera “escuela de calidad”. Otros decían haber introducido las artes marciales o el rock and roll.
Wendy siempre se preocupó por ser la alumna que más temprano llegaba a la escuela y la primera en clase. Siempre obtuvo primeros lugares en declamación y en geografía aunque otros alumnos eran primeros en ciencias exactas o en informática. Cuando se casó con su primer amor, fue la primera novia que bailó la víbora de la mar y su esposo tuvo por primera vez la ocurrencia de que le pegaran billetes durante el vals.
Una tarde de viernes la tragedia se acomodó en el pueblo. El primer circo había llegado y salieron todos a verlo. Wendy saludaba el paso de la comparsa, empujada por la muchedumbre curiosa. Al acercarse al carretón de los tigres, su vestido se atoró en un astillón de la rueda y esta lo fue enredando. En un jalón que nadie pudo detener fue arrastrada al suelo y la llanta pasó por su cuerpo como si nada. La gente gritó con pavor. No alcanzaron a darle auxilio. Wendy se había convertido en la primera muerta vial. Eso le dio fama en toda la región. En su tumba fue erigido un bello obelisco con guirnaldas que era visitado por propios y foráneos.
Cincuenta años después, cuando el cementerio estaba saturado, la tumba de Wendy fue la primera en ser destruida. El obelisco se vino abajo de un golpe oficial y el cuerpo de la mujer fue llevado a la fosa común. No había ya quién lo reclamara y era necesario sepultar al tío del primer edil.
YO LO LEI PRIMERO
ResponderBorrarKiuvas mi buen, saludos desde tlaquepaque pueblito.
ResponderBorrarahí nos estamos leyendo