¿Por
qué tengo el aire de la esfinge en casa?
me
pongo a bailar, a comer, a ver cómo es Lagos
qué
tiene su paisaje desde mi casa
cuánto
abarca
allá,
en mi
¿Hasta
dónde me enmudece?
¿Hasta
dónde me cansa?
Reyna de la Torre
Fuera de Guadalajara, Lagos de Moreno era la
única ciudad que gozaba de vida literaria en Jalisco en el siglo XIX, mediante
grupos de autores que han sido ya consignados por la historia una y otra vez. Esta
tradición por las letras, aunque intermitente, se mantuvo durante todo el siglo
XX y se ha estudiado con amplitud en diversas investigaciones, entre las que
destaca el estudio realizado por la doctora Irma Esthela Guerra, titulado Escritores de una ciudad encantada. El grupo
literario laguense de 1903, así como las obras de Alfonso de Alba y Sergio
López Mena, entre otros.
Aunque algunas décadas fueron
escasas en producción literaria, partir de la década de los noventa no ha
cesado la actividad en las letras gracias a esfuerzos de escritores, instituciones
y grupos independientes. Fue en 1990 cuando se formó el taller literario de la
Casa de la Cultura y, posteriormente, el taller literario El Tlacuache, el colectivo
Contracorriente en Provincia y, ya en la primera década de este siglo, el
taller literario El páramo, además de los talleres impulsados desde el Centro Universitario
de los Lagos y la Dirección de Cultura del Ayuntamiento.
Entre 1990 y 2010 existieron revistas,
boletines y fanzines impresos que
incorporaron parcialmente o en su totalidad trabajos literarios de autores
locales: Paralelo 21, Tinta nueva, Cuadernos del Tlacuache, Luna
lúgubre, Slam, La araña patona, Cronos, Petra, Ágora,
Baluarte, Mientras pasa la tarde
y Nuestras raíces, además de los
espacios que ofrecieron los diversos periódicos locales. Como suele suceder con
las publicaciones periódicas culturales, la mayoría no corrieron con la suerte
de superar la docena de números; sin embargo, se convirtieron en materia de
consulta para documentar la vida literaria en Lagos durante esos años, cuando
los poetas y narradores jóvenes podían contarse con los dedos de las manos.
En este periodo se publicaron
libros de diversos autores en los géneros de poesía y narrativa y se realizaban
recitales, talleres literarios y cursos en los espacios independientes u oficiales
dedicados a la cultura, como la Biblioteca “María Soiné de Helguera”, la Casa
de la Cultura, la Escuela de Artes, el Centro Universitario de los Lagos (con
la extinta Casa Serrano), además de algunos bares, galerías y espacios
alternativos.
De la generación surgida en
los años noventa, solamente algunos autores siguen vigentes en las letras, mientras
que otros decidieron abandonar su rol literario una vez superado el ardor de la
juventud, como suele suceder comúnmente en cualquier manifestación del arte. Por
el momento, no es de mi interés mencionar a ninguno, sino enfocar este artículo
a esos autores menores de treinta años que están construyendo la literatura actual
en Lagos de Moreno, pues es un movimiento amplio y plural, digno de difundirse
y sumarse a manifestaciones paralelas en otras ciudades y regiones. Estos
nuevos poetas, dramaturgos y narradores, a diferencia de la generación previa,
se encontraron en la era digital y han explotado nuevos soportes para difundir
su obra, mediante páginas electrónicas, blogs,
tubes, podcasts y redes sociales, así como espacios en Radio Universidad
de Guadalajara, encuentros literarios, periódicos locales y fanzines impresos.
De esta nueva generación, quien ha tenido
mayor relevancia es Román Villalobos, poeta que ya se acerca a la tercera
década de edad y tiene una permanente actividad en diferentes espacios impresos
y digitales, pues no ha dejado de producir poesía desde la adolescencia. Entre
sus libros destacan Pequeña ciudad
eléctrica (2016) y Sutra del vagón
(2019), libro producto de una beca del Programa de Estímulo a la Creación y
Desarrollo Artístico (PECDA).
En la dramaturgia destaca
Aarón Alba, quien inició como actor en grupos teatrales locales y en 2013
decidió aventurarse en el rol de autor de sus propios libretos. Su pieza Tu
Frankinstein nunca fue mi quijote fue estrenada en la Semana de la
Dramaturgia Nuevo León, en 2016. Actualmente radica en la Ciudad de México,
donde comparte la dramaturgia con la actuación.
Por su parte, Venancio
Villalobos es un joven director de cine y guionista, con formación en la
Universidad Autónoma de Aguascalientes, entre cuyas obras destacan los
cortometrajes Ni en la más oscura de mis
tardes, Ahí donde nos quedamos y Lo negro de la tierra, con una sensibilidad
narrativa que le ha llevado a competir como guionista en el Festival
Internacional de Cortometrajes en México.
De los géneros literarios, es
la poesía quien cuenta con mayor cantidad de exponentes jóvenes, entre los que
podemos mencionar el trabajo de Ada Martínez, Roy Ornelas, Juan Manuel Cedillo,
Nancy Cedillo, Edgar Macías, Dalia Zamora, Lucy Cruz, Aarón Navarro, Luz
Atilano, Julia Castro e Isabel Escobedo. En varios frentes literarios se ha conglomerado
la participación de estos autores, destacando hace unos años el grupo formado
en torno al periódico literario Los idus
de marzo, del que emergieron poetas como Paul Martínez, Reyna de la Torre y
el ya citado Román Villalobos.
Es importante señalar que la
licenciatura en Humanidades del Centro Universitario de los Lagos ha sido un indiscutible
punto de cohesión para que algunos de estos jóvenes se hayan identificado, no
sólo en la formación académica, sino en foros literarios, talleres y
publicaciones escolares. A los autores locales se suman aquellos de otras
ciudades que arribaron para su formación profesional. De hecho, fue en el
CULAGOS donde se editaron dos libros colectivos de poesía que inauguran esta
generación: Paso de pieza (con poemas
de Román Villalobos, Nancy Cedillo, Paúl Martínez e Isabel Escobedo) y La representación del incendio (con obra
de Azazel Herrejón, Aarón Navarro, Juan Antonio Orozco, Paul Carrillo y Ada
Martínez), ambos bajo el sello de Editorial Universitaria, dirigida por la maestra
Yamile Arrieta. “Mañanas antes de las 10:00” se titula el siguiente poema de
Isabel Escobedo, ejemplo de esta literatura renovada que busca nuevos signos
para revelarse:
Los he convocado aquí para
desayunar…
Pero fíjense que no se va a
poder.
Estómagos
que de nada sirven
devuelven todo a pesar de la
etiqueta
inexistente.
Estómagos que se inflaman
y te hacen sufrir al comer.
Reunidos como hermanos
miembros de esta mesa
íbamos a comer
Pero fíjense que no se va a
poder.[1]
Además de la publicación de
estos y otros libros, un aspecto que ha favorecido el impulso de las letras emergentes
es el trabajo en colaboración, pues los colectivos de escritores se han convertido
en su mejor gestor, impulsando lecturas públicas y ediciones para difundir el
trabajo poético y narrativo de autores que antes no tenían espacios de
difusión.
Por una parte, destaca Perro negro de la calle, revista electrónica
que llegó ya a su número 45, impulsada por la tenacidad del trío conformado por
Amaury R. Ledesma, Alfonso Koyoc y Jesús Prado, quienes de manera independiente
sostienen el proyecto desde hace ya casi cuatro años, alternando la literatura
y las artes plásticas con disciplinas periféricas a la revista, como la danza,
el video y la música, entre otras.
Perro
negro de la calle ha sumado autores de México y el extranjero,
así como locales, entre los que podemos mencionar a J.L. Zúñiga, Samuel Pérez
Zermeño, Paul Martínez Facio, Nancy Elizabeth Alcaraz Salazar, Rodrigo Ramírez
Murguía, Sergio Medina, Joel Gómez Salas, Fernando Bonilla González, Antonio
Alcaraz, Eliza Palacios y la tepatitlanense Anayanci de Alba.
Además, Amaury y Koyoc han
impartido talleres de microcuento para niños y producido varios videos y audiocuentos
con obra original. Esta jauría se abre a todos los espectros posibles del lenguaje
sin contemplación, como lo señalan en uno de sus videos: “Géneros hay muchos, posibilidades
todas. Por ejemplo, el fantasma de un arquitecto que retorna siempre a la
postal urbana que más amó…”
Amaury es de los pocos
narradores laguenses en la actualidad. Cultiva el género de horror, que le ha
valido una notable aceptación en publicaciones nacionales y del extranjero. Este
es un fragmento del cuento “Donde los poetas pertenecen”:
Risto
contempló frente a sus ojos el lugar que todos ahí odiaban y despreciaban; un
enorme agujero en el terreno de roca sólida, de unos veinte metros de diámetro.
Un abismo tan imponente que a cualquier otro le hubiese hecho templar las
piernas presa del vértigo. Ese abismo parecía no tener fondo, la luz incluso se
apreciaba tragada por esas profundidades. Se entendía el hecho de que los
temerosos nativos no quisieran ni acercarse a aquel lugar, pues con tan sólo ser
visto, se accionaba una alerta de peligro y un claro instinto de auto preservación
en ellos.[2]
Perro
negro de la calle tiene ya una edición impresa llamada
“Fundadores” y proyectos de colaboración con colectivos y revistas de diferentes
latitudes de Latinoamérica, por lo que son un referente de la literatura al que
se le augura un futuro amplio.
Más reciente, pero con
actividad constante en la escena literaria local, la poesía ha reunido también
al colectivo Elefante blanco. Como
ellos lo señalan, “todos y todas provenimos de distintas latitudes,
pero hemos sido encontrados por el azar en la ciudad de Lagos de Moreno”. Elefante blanco está integrado por Juan
Antonio Orozco, Reyna de la Torre, Sam Peraza, Aarón Navarro, Laura Aguirre, Jorge
Cualquiera, Diana Narváez, Andrés Acosta y David Barajas, entre otros, quienes
además de la creación literaria asumen un activismo social en la defensa del
medio ambiente y los derechos humanos.
Publican un fanzine con el nombre del colectivo, el
cual se distribuye en la ciudad, además de una página electrónica en la que
pueden disfrutarse textos poéticos, audios y video, tanto de los miembros del
colectivo como de colaboradores invitados. Además, reconocen en las redes sociales
un instrumento de difusión masiva e inmediata de la palabra escrita. Como
muestra, va el siguiente fragmento de “Sin embargo me dices que somos jóvenes”,
poema escrito por David Barajas:
alguna vez te dije que llorar
es
otra forma de creernos,
el albor de nuestras voces
pa(u)sadas,
y en preludio de nuestras
sombras escucho
el raquítico graznido del
jilguero
que anuncia el relevo
o este otro, “Pan tostado”, de Laura Aguirre:
Último mordisco:
Sabe a una mezcla
de felicidad con nostalgia.
Una casa que ya no visito.
Una abuela que casi no
escucha.
Unos vecinos que se han
mudado.
Ojalá que el pan tostado
nunca se terminara.[4]
Como suele suceder con las
generaciones de jóvenes que irrumpen en la literatura, seguramente algunos de
estos autores no proseguirán con el tiempo en las letras, pero constituyen, por
el momento, la vibración que la palabra en Lagos de Moreno y la región
necesitan para mantener esa energía latente desde hace décadas. Me despido,
pues, con este fragmento del poema “Volver”, obra de Sam Peraza:
Puedes volver a verme
Podemos incluso volver.
Ser más o menos felices
estando más o menos juntos.
Puedes incluso hacerme daño de
nuevo, porque sé que lo harás.
Estoy seguro de que puedo
volver a amarte.
Dejar todo a tus pies.
Sentir el calor de tus labios y escucharte decir mi nombre en las mañanas.[5]
Sentir el calor de tus labios y escucharte decir mi nombre en las mañanas.[5]
[1]
Escobedo, Isabel et al. (2015) Pieza de
paso. Ediciones CULagos. 94 pags.
[2]
Ledesma, Amaury R. “Donde los poetas permanecen”. Visto en https://drive.google.com/file/d/1Oz34ZNQtS4OLBpo1a0jUxzlHNwc_3Ppm/view
[3]Barajas,
David. “Sin embargo me dices que somos jóvenes”. Visto en https://elefanteb93.wixsite.com/elefanteblanco/post/sin-embargo-me-dices-que-somos-j%C3%B3venes?fbclid=IwAR0UYNXCIHCHMRTVCiJ-Lqucj-PL62BNS7o86d2iWnp6EnZCzxcerkbgkbw
[4]
Aguirre, Laura. “Pan tostado”. Visto en https://elefanteb93.wixsite.com/elefanteblanco/post/pan-tostado?fbclid=IwAR14xT9hZAbvscTaN7hAa-KHvN52nyN8OAkSV9pXjV16ZaODlLA0eFvVw6o
[5]
Peraza, Sam. “Volver”. Visto en https://elefanteb93.wixsite.com/elefanteblanco/post/volver?fbclid=IwAR0btn6lyU0yUGqoEEIixhxtQJsjmxbcXol5cnlb8ZWhWce_U5_AkZYSF9o