“Nimble and sinister tricks”, de Gabriel Rico
Este fin de semana fue álgido para la opinión
pública de la comunidad artística en México, debido a un incidente de la feria Zona
Maco, pues las autoridades de la Galería OMR acusaron a Avelina Lésper de
destruir la obra “Nimble and sinister tricks” (algo así como “trucos ágiles y
siniestros”), de Gabriel Rico, la cual se colapsó en las narices de la célebre
crítica de arte y de una multitud de espectadores presentes.
Inmediatamente y en
consecuencia, los medios de comunicación y las redes sociales soltaron al león.
Se desató una marea de opiniones, juicios y condenas mediante sendos memes, tuitazos e ingeniosos comentarios,
acusando dos bandos irreconciliables que terminaron por sentenciar: quienes
definen a Lésper como “pesudocrítica” y quienes definen a Gabriel Rico como “pseudoartista”.
Siguiendo la marejada, me
sumé con un comentario en Facebook, pero después recapacité y lo eliminé, pues
me asaltaron tres dudas: una, si Avelina actuó de manera criminal y malévola;
dos, si la obra realmente se sostendría por mucho tiempo; y tres, si realmente
en OMR estaban “tristes”, como lo indicó uno de sus comunicados.
En relación con lo primero,
la misma Lésper aclaró que ni siquiera tocó la pieza. A pesar de su apariencia
beligerante, dudo que haya sido su intención ver en añicos el cristal y los
objetos de la obra, o si lo pensó, no buscaría ser el conducto del colapso. A
pesar de su personalidad protagonista y controversial, Lésper se ha colocado en
un ala de la crítica que más de una vez ha puesto en evidencia la charlatanería
con que se mueve el mercado del arte y los “artistas” en búsqueda de fama o de capital,
motivo por el que se ha hecho un ejército de fans y otro de detractores. En lo
personal, me asumo dentro de los primeros.
Por
otra parte, y sin considerar aspectos estéticos, plásticos o conceptuales, al
ver la composición de la pieza es evidente que terminaría en el suelo, debido a
su fragilidad estructural. Me extraña eso, pues Gabriel Rico (quien hasta el momento
no se ha manifestado sobre lo sucedido) tiene formación como arquitecto y en
otras ocasiones ha presentado piezas con un cuidado del equilibrio y la
resistencia de los materiales.
Rico es un artista nacido en
Lagos de Moreno (1980) con una trayectoria ascendente en el campo del arte, con
exposiciones en el país y el extranjero a lo largo de quince años, que lo
llevaron en el 2019 a ser invitado a la 58 edición de la Bienal de Venecia. Lo
conocí siendo un niño, pues mi familia vivía al lado de la suya en los años
ochenta. A ellos les guardo un entrañable respeto. Su madre, Lourdes Jiménez (quien
lamentablemente falleció hace unos años) fue una entusiasta autora de poesía infantil,
con quien tuve el placer de compartir mis primeros azotes en la literatura a
inicios de los noventa. En aquel entonces, su padre, Emigdio, tuvo la
generosidad de ilustrar el primer número de nuestra humilde revista Cuadernos del Tlacuache, con unas
simpáticas viñetas en tinta china que recrearon visualmente no sólo ese primer
número, sino nuestra primera época de talleristas.
A Gabriel le perdí la pista,
hasta que vi una de sus exposiciones en Guadalajara, siendo él egresado de
arquitectura y artista en ciernes. Era una colectiva de nombre Tree Friends, instalada en un piso de
Chapultepec, que me pareció regular. Luego vi otra con mayor madurez, de nombre
Superposición, en el Museo de la
Ciudad, allá por el 2014. Finalmente, le perdí la pista otra vez hasta el
incidente de este fin de semana.
Algunas obras de Gabriel constituyen
una transegresión al status quo del
discurso artístico y buscan redimir, mediante los materiales, la escición entre
naturaleza y el orden social. Como señala su página personal: “sus
instalaciones combinan irónica y poéticamente formas naturales y antinaturales,
insistiendo en una contemplación necesaria de su asimetría, así como de
nuestros propios defectos culturales y políticos”. Bajo esta línea de trabajo
ha logrado en los últimos años prestigio entre coleccionistas y galerías de
México y el extranjero.
Sin embargo, “Nimble and
sinister tricks” es (era) una obra que más allá del discurso carece de
proyección y empatía. Es una relación de objetos insignificante, desarticulada
incluso en el orden conceptual, pues en el arte conceptual también la materia
que lo constituye (y no sólo el discurso) debe representarse como un todo o una
suma de conexiones lógicas. Además, debe tener una capacidad de resilencia que
en este caso fue nula: la estructura fue insuficiente por sí misma, fue
insuficiente para el espacio que la contenía, para un espectador en movimiento
y para el tiempo que duraría su exposición. Considero que tasar en 20,000 dólares
la obra es excesivo y es evidente que los criterios del mercado artístico se
juegan intereses distintos al valor real del arte.
Por otra parte, para quienes
acusan a Avelina Lésper de reaccionaria, me parece que nada hay más
reaccionario en este periodo de la humanidad que mantener una incontinencia
mercantil en el arte, la cual ha permitido abusos y absurdos en galerías y
museos, escuelas de enseñanza, instituciones públicas y colecciones privadas.
Seguramente, este día
Gabriel Rico ha multiplicado (sin esperarlo) sus bonos como artista, lo cual favorecerá su
posición en los círculos artísticos del país y del extranjero. Por su parte, la
tristeza de OMR no es sino una oportunidad para colocarse como una galería con
una proyección positiva. Quien seguirá igual es Avelina Lésper, aunque probablemente
tendrá que comprar un vidrio de seis metros cuadrados, una pluma, un palo, una
piedra y un balón, materiales cuya fragilidad no es menor a cuanto acabo de
escribir.