En el bicentenario de la muerte de Pedro
Moreno, el sitio donde fue abatido permanece distante y en silencio, guardando
con quietud ese episodio trágico de la guerra de independencia.
Para conocer tan entrañable
tierra viajamos Berónica, Abril y yo en Semana Santa, bajo un sol rudo y los
polvos de la aridez guanajuatense. Fue necesario tomar la carretera que va de
León a San Felipe Torres Mochas y en el kilómetro 40 desviarse por una terracería
otros 17 kilómetros. Ahí se localiza Nuevo Valle de Moreno, población que no
llega a los mil habitantes pero que eventualmente, como en estos días, se llena
de visitantes e hijos ausentes que deambulan por la calle tomando cerveza o
reposan en la plaza mientras los niños se divierten en un brincolín.
La antigua Hacienda La Tlachiquera, (cuyo
nombre cambió en 1919 a Nuevo Valle de Moreno) es una delegación del municipio
de León que permanece en espera de justicia, pues su desarrollo se ha mantenido
al margen de la riqueza de la cabecera municipal y sobrevive con impulsos
propios. Se enclava en una región árida, de magueyales y cactáceas, pero tiene
una tradición agrícola desde la época del virreinato, un orgulloso pasado
histórico y personajes relevantes como Bonifacio Collazo, autor de la polka
“Coronelas” y el boxeador Chucho Castillo, entre otros.
Ahí nos recibe nuestra anfitriona
y guía, Encarnación Ríos Collazo, académica y poeta que en el 2014 publicó la
monografía más completa de su tierra: Nuevo
Valle de Moreno: Cantar de la memoria. Actualmente vive en Querétaro y acude
con frecuencia a pasar unos días con su familia y a recordar su infancia. Con
ella pasamos un par de días placenteros y a ratos salimos a caminar las calles
de Nuevo Valle. Es relajante descubrir arquitectura digna de conservarse para
las nuevas generaciones: casonas de piedra y adobe, banquetas de laja y relieves
de cantera en jambas, cornisas y gárgolas. La parroquia de Nuestra Señora de
Guadalupe, edificio neoclásico que ha tenido varias intervenciones, es un sitio
de obligada visita, así como el antiguo portal y la plaza central.
Otro monumento relevante es
el dique de la presa, una obra de ingeniería de la que ya se tiene noticia en
el siglo XVIII. Sus dimensiones presumen un periodo de bonanza y tecnología de
vanguardia, pues además de regar los campos de la hacienda servía también como
molino hidráulico. Fue descrita con admiración en el siglo XIX por el viajero
italiano Giacomo Constantino Beltrami, quien escribió: “Es una construcción que si se hallase en Lacio, parecería obra de
romanos”[1].
También pueden admirarse las
ruinas de la antigua Tlachiquera, de la que sólo quedan muros de la capilla y
la troje, olvidados en un corazón de manzana por el cambio de traza del pueblo
y nuevas construcciones.
Los nuevovallenses viven
orgullosos de su historia y cada año escenifican la lucha de los insurgentes,
pues el General Pedro Moreno representa una figura patriarcal y amorosa que les
da cohesión e identidad. Es por eso que Encarnación nos invita con entusiasmo a
visitar el rancho del Venadito, último escenario en la epopeya del insurgente
Para llegar al Venadito hay
que tomar camino rumbo a una comunidad llamada Derramadero, y luego desviarse
por una brecha hacia el oriente. La distancia, de aproximadamente tres
kilómetros y medio, puede hacerse en vehículo. Es recomendable el paseo a pie
si se llevan provisiones y protección, pues el asoleamiento en ésta época del
año es perturbador.
El Venadito es un es una
comunidad marginada con media decena de viviendas habitadas y algunas tapias
ruinosas de piedra y adobe. Aunque hay servicio de electrificación, el resto de
la infraestructura no existe y el abastecimiento de alimentos debe hacerse en
Nuevo Valle o el Derramadero, pues no hay tiendas ni equipamientos disponibles.
Sólo cada año, justo el 27
de octubre, se altera el ambiente cuando llegan las autoridades en caravana y
realizan honores a los caudillos.
El presidente municipal en turno promete obras en beneficio de la comunidad y
se marcha sin volver hasta el año siguiente. A eso están acostumbrados los
habitantes de la comunidad y no les quita el sueño, pues en la austeridad han
vivido siempre y seguramente así será por mucho tiempo.
Encarnación es generosa y ha
traído regalos a una familia de cuatro integrantes que ya nos esperaba con
entusiasmo, pues no suelen tener visitas. Eduarda, la madre, nos cuenta de
algunas enfermedades que los aquejan y de cómo se puede ser feliz sin la
sofisticación de la vida urbana.
Además de las viviendas hay una capilla que permanece cerrada casi todo
el tiempo. A unos cien metros, entre la nopalera, se localiza una pequeña glorieta
con una inscripción que da testimonio del sitio donde fue azotado Mina. Permanece
también en ruinas una troje de veinte metros cuadrados en la que pernoctaron y fueron
capturados los insurgentes. Una placa recuerda el suceso:
EN ESTA TROJE FUERON SORPRENDIDOS
POR LAS TROPAS REALISTAS EL 27 DE
OCTUBRE DE 1817 LOS HEROES INSURGENTES
GENERALES PEDRO MORENO I FRANCISCO JAVIER MINA
SACRIFICADOS EN ARAS DE LA INDEPENDENCIA MEXICANA.
EL GOBERNADOR DE GUANAJUATO ORDENO
EL 22 DE JULIO DE 1921 LA COLOCACION DE ESTA LAPIDA.
En 1817, el Venadito era una
estancia de ganado perteneciente a La Tlachiquera, cuyos propietarios, los
hermanos Mariano y Manuela Herrera, simpatizaban con el movimiento de
independencia. De acuerdo con la historia, el 26 de octubre de 1817 llegaron
ahí Mina y Moreno para descansar y reorganizar su lucha. Dos meses antes, el 20
de agosto, se había roto el cerco en el Fuerte del Sombrero, cayendo en manos
del ejército realista. Tras una serie de “infortunios”, como lo señala Agustín
Rivera, Mina y Moreno promovieron algunas acciones fallidas de guerra que no
hablaban sino de su mal estado, desánimo y desorganización, así que decidieron
tomarse un tiempo para recuperar energía y planear la causa con cuidado. Los
hermanos Herrera les ofrecieron El Venadito, un sitio ideal, alejado de
cualquier sospecha, pero que les guardaba un funesto desenlace, como lo anota
Rivera:
Cuando
un hombre ya no puede mover los pies, los brazos ni ningún miembro, cuando todo
el cuerpo está descompuesto, y la vida no reside mas que en el corazón y en la
cabeza, el corazón y la cabeza van a perder también la vida. Eso iba a suceder.[2]
Ese mismo día, un informante
delató su localización ante Francisco Orrantia, coronel realista que venía
cazándolos encarnizadamente desde la caída del fuerte. Inmediatamente movió al
ejército a cabalgar toda la noche desde Silao con un contingente de quinientos soldados
para tomar La Tlachiquera, donde arrestaron a Mariano y a Manuela Herrera y
posteriormente asaltar El Venadito con suma facilidad.
Para
que tengamos una idea de la gran fuerza del contingente que iba contra nuestros
héroes, tengamos en cuenta que los soldados que lo formaban eran parte, ni más
ni menos, de los cuerpos de Frontera, Nueva Vizcaya, Nueva Galicia, Dragones de
la Sierra Gorda, San Luis, San Carlos, así como de los Regimientos del Potosí. [3]
Algunos
insurgentes lograron huir, Mina fue aprehendido y Moreno, junto con su
asistente se internó en una cañada vecina. Para llegar allá se debe bordear un
arroyo con múltiples arboledas y accidentes topográficos que seguramente hicieron
lenta la huida, considerando que Moreno no había alcanzado a apearse de su
caballo y caminó en paños menores casi un kilómetro.
Hoy existe una brecha con
huellas de motocicletas y coyotes que los pobladores utilizan para ir a recoger
leña o tierra vegetal. Se bordea el arroyo y luego debe cruzarse para subir una
cuesta en la que hay una formación de esbeltos peñascos. Ahí se ocultó Moreno mientras
Mauricio, su asistente, ofreció ir por unos caballos. Este último fue
descubierto y con la promesa de indulto dijo a sus captores el sitio donde el
insurgente se encontraba escondido. Al pie de los peñascos, junto a una gran
roca y espada en mano, defendió Moreno su causa, sin dar margen a sus enemigos
de capturarlo.
En 2017 existe una explanada
para actos cívicos y señalética con información básica. La intervención de
quienes construyeron el monumento a Moreno no fue acertada, pues la explanada
es un cuadrilátero que no respeta la topografía del terreno y se inserta en el
paisaje obstruyendo la vista y la naturaleza. Hay, además, un anfiteatro que en
lugar de seguir la pendiente del terreno le da la espalda y fue construido con
piedra laja transportada desde algún banco extraño, como si aquí no hubiesen
piedras dignas para el caso.
A la roca en la que fue
abatido Moreno se la adosó una estructura con una inscripción que, entre otras
cosas, dice
¿De qué sacrificios
no es acreedora la Patria?
Pedro Moreno murió
por la libertad de México el
27 de octubre de 1817
A pesar de estos afanes por
hacer patria con monumentos artificiales, el verdadero homenaje aquí es el paisaje
y el cielo que lo cubre. Cuando llegamos y tomamos un poco de aire, Encarnación
pregunta si deseamos decir algo en memoria de Moreno, pero no es posible. No lo
es. El peso de la sierra, las águilas que sobrevuelan, el viento en fuga y el
azote del sol callan cualquier intención de voz. El paraje donde murió nuestro
héroe tiene aún signos de soledad, como la vivió esa mañana, cercado por los
fusiles y mirando este mismo cielo transparente, que el viento y la lluvia han
limpiado una y otra vez durante dos siglos.
[1]
Ríos Collazo, Encarnación (2014). Nuevo
Valle de Moreno: Cantar de la memoria. Nuevo Valle Ediciones. Guanajuato,
México. Pag. 335
[2]
Rivera, Agustín (1875). Viaje a las
ruinas del Fuerte del Sombrero. Tipografía de José Martín. San Juan de los
Lagos. Pag. 54.
[3]
Ríos Collazo, Encarnación (2014). Nuevo
Valle de Moreno: Cantar de la memoria. Nuevo Valle Ediciones. Guanajuato,
México. Pag. 227