Durante varios días me batí con el papel,
intentando escribir un memorable prólogo, con argumentos solemnes y un análisis
retorcido, hasta que una relectura me enunció lo inevitable: Invierno en la tundra es un poemario
cuya claridad e inteligencia no piden palabras, sino la lectura y el silencio,
porque ya tiene la suma de lo poético: el pulso de las emociones y la
concreción.
Arturo García, quien se
había destacado como narrador en Mis días
robados y La carpeta negra y otros
cuentos, queda al desnudo en su versión como poeta, con este libro que
escribió en su autoexilio y que lleva el peso de la autobiografía en cada
línea. Se dedicó a escribirlo durante el último año, con la frialdad que
implanta la lejanía con su tierra, la rivera de Chapala, y con el frío de las
tierras del norte.
Aunque se trate de
identidades independientes, no es una inconexa reunión de poemas, sino un largo
poema en episodios, con distintas estaciones y geografías, donde el poeta se ha
encontrado a lo largo de la vida. Es una suma de ausencias, un augurio de la
soledad autoinfringida en el que tienen espacio la distancia, el exilio y, sobre
todo, la memoria intacta de lo que ya se fue y de los que ya no están. Es un
álbum de familia en el que hasta la utilería y las texturas del paisaje tienen
una carga de nostalgia.
Como su título lo dice, el
libro posee una sola y contundente metáfora: el alma en el exilio es la tundra
y tiene inacabables llanos que guardan el frío glacial, donde el sol aparece un
breve tiempo y en los inviernos la soledad impera. Estamos hechos de agua, dice el primer verso de Invierno en la tundra, como un presagio
a las sustancias que lo constituyen y al temporal adverso que se recrudece con
la distancia y en el tiempo dejado atrás.
El peso glacial del exilio y
un hondo periodo de introspección, han despertado en Arturo García el verso
llano y duro. Sin embargo, hay un calor soberano en las pasiones del corazón y
en el dolor con el que se construyen los recuerdos. Como en la tundra, el
despojo guarda un voto de esperanza: habrá sol y vendrá el deshielo, pues
vendrán los hijos, el amor y el recuerdo de los ausentes, aquello que ni el
tiempo ni la adversidad moverán de su sitio.
Un prólogo se vuelve
regularmente en el elogio obligado. No quería yo hacer eso con al autor, quien
es un entrañable amigo y con el cual me unen episodios gratos de nuestras
vidas, pero en esta ocasión me confieso indefenso ante la palabra áspera del
poeta y declaro mi asombro con una voz que no le conocía. Por eso callo y, ante
todo, desvelo el placer de la lectura que me provocó este libro descarnado, escrito
con el agua de la ausencia. Léanse pues estos gélidos versos que llegan del
norte y nos ahogan en la infinita arena/
bajo la espuma…
García, Arturo. Invierno en la tundra, Charleston SC, Estados Unidos, 2012. ISBN 9781481194433. 172 pp.