Hace unas semanas, una trabajadora social del IMSS preguntó a mi esposa su lugar de nacimiento. Ella contestó “Chapala” y la mujer anotó “Guadalajara” en un documento. Acto seguido entablamos una discusión, nosotros defendiendo la autonomía política y geográfica de Chapala y la funcionaria empecinada en que Chapala es jurisdicción tapatía. Como es de suponer, nuestra rival no se rindió y salimos bufando de su pequeño imperio.
Lo cierto es que las conurbaciones centralistas del país (México, Guadalajara y Monterrey) se han convertido en una especie de ghetto para millones de habitantes, quienes viven cercados por la ciudad e ignoran lo que alrededor sucede. Son una masa inconsciente de la geografía y las condiciones reales del territorio nacional. Para ellos da lo mismo Autlán que el Caquixtle, no alcanzan a identificar las categorías de otros centros de población y son incapaces de concebir una vida “urbana” en asentamientos distintos a la “gran capital”. Se los ha comido el monstruo.
Pero lo realmente triste es cuando el estado alimenta el ego del monstruo. Y va un ejemplo.
En estos días, el gobierno de Guadalajara ha decidido implementar una nueva señalética a las vialidades del centro histórico bajo un programa de nombre “Ciudad Legible”. Se trata de placas plásticas en las que fue incluida una breve descripción sobre el origen en el nombre de cada vialidad. Si uno camina por el centro puede leer cosas como esta: “Pedro Moreno. Caudillo insurgente nacido en Guadalajara en 1775”.
No. Moreno nació la hacienda de La Daga, jurisdicción de Lagos (a poco más de doscientos kilómetros de Guadalajara) y falleció en 1817, en una emboscada del ejército realista. Fue un hacendado y comerciante de ideas progresistas que combatió en los límites de Jalisco y Guanajuato, específicamente en el Fuerte del Sombrero, un paraje agreste al que llegaron familias completas de insurgentes. Fue ahí donde se le unió el español Xavier Mina. Juntos combatieron y resistieron un épico sitio. Moreno vivió en Guadalajara sólo una temporada, en su juventud, cuando estudiaba en el Seminario.
¿Este error tendrá secuela en la población? Seguramente pocos leen las placas y al gobierno tapatío le preocupa en lo mínimo. Para ociosos como yo hay una congoja al saber que este error informativo costó tres mil 670 pesos (según el titular del Fideicomiso de Turismo, Enrique Balcácer) en cada monada de placa y el costo total del programa anda sobre los ocho y medio millones de pesos. ¿Qué otros datos imprecisos con dicho monto habrá por ahí?
Mientras el gobierno de Jalisco se encarga de segregar a los municipios fronterizos y el Congreso del Estado desaira a próceres como el Licenciado Verdad (porque nació hasta La Punta), la zona metropolitana de Guadalajara extiende su imperio. Ya va por Tlajomulco, regentea en Chapala y tiene un nuevo insurgente.
Lo cierto es que las conurbaciones centralistas del país (México, Guadalajara y Monterrey) se han convertido en una especie de ghetto para millones de habitantes, quienes viven cercados por la ciudad e ignoran lo que alrededor sucede. Son una masa inconsciente de la geografía y las condiciones reales del territorio nacional. Para ellos da lo mismo Autlán que el Caquixtle, no alcanzan a identificar las categorías de otros centros de población y son incapaces de concebir una vida “urbana” en asentamientos distintos a la “gran capital”. Se los ha comido el monstruo.
Pero lo realmente triste es cuando el estado alimenta el ego del monstruo. Y va un ejemplo.
En estos días, el gobierno de Guadalajara ha decidido implementar una nueva señalética a las vialidades del centro histórico bajo un programa de nombre “Ciudad Legible”. Se trata de placas plásticas en las que fue incluida una breve descripción sobre el origen en el nombre de cada vialidad. Si uno camina por el centro puede leer cosas como esta: “Pedro Moreno. Caudillo insurgente nacido en Guadalajara en 1775”.
No. Moreno nació la hacienda de La Daga, jurisdicción de Lagos (a poco más de doscientos kilómetros de Guadalajara) y falleció en 1817, en una emboscada del ejército realista. Fue un hacendado y comerciante de ideas progresistas que combatió en los límites de Jalisco y Guanajuato, específicamente en el Fuerte del Sombrero, un paraje agreste al que llegaron familias completas de insurgentes. Fue ahí donde se le unió el español Xavier Mina. Juntos combatieron y resistieron un épico sitio. Moreno vivió en Guadalajara sólo una temporada, en su juventud, cuando estudiaba en el Seminario.
¿Este error tendrá secuela en la población? Seguramente pocos leen las placas y al gobierno tapatío le preocupa en lo mínimo. Para ociosos como yo hay una congoja al saber que este error informativo costó tres mil 670 pesos (según el titular del Fideicomiso de Turismo, Enrique Balcácer) en cada monada de placa y el costo total del programa anda sobre los ocho y medio millones de pesos. ¿Qué otros datos imprecisos con dicho monto habrá por ahí?
Mientras el gobierno de Jalisco se encarga de segregar a los municipios fronterizos y el Congreso del Estado desaira a próceres como el Licenciado Verdad (porque nació hasta La Punta), la zona metropolitana de Guadalajara extiende su imperio. Ya va por Tlajomulco, regentea en Chapala y tiene un nuevo insurgente.