4.5.24

Corazón de metralleta, de Pedro Valderrama

 


Desde hace años, Pedro Valderrama Villanueva (Tijuana, 1973) viene construyendo una trayectoria sólida como investigador de la literatura en nuestro estado, pues ha publicado trabajos de interés no sólo para académicos y autores, sino para el lector común, tales como:  Arturo Rivas Sainz. Crítica: ensayos y reseñas (2006), El perímetro de la hoja. Las revistas literarias de Guadalajara (1991-2000) (2007), Dispersiones. Textos sobre literatura jalisciense (2011), Detonación. Contra-Cultura (menor) y el movimiento fanzine de Tijuana (2014), En la orilla del tiempo: antología de poetas jaliscienses nacidos entre 1967 y 1979 y La palabra inacabada. Textos sobre literatura contemporánea de Jalisco (2022), entre otros libros. Además, es poeta, periodista, editor, docente y miembro del Seminario de Cultura Mexicana, Corresponsalía Guadalajara.

    Una de sus obras más recientes es Corazón de metralleta. Breve historia del movimiento poético y editorial de Guadalajara (1971-1990), investigación publicada por Keli Ediciones, que nos permite identificar no sólo la producción literaria de este periodo, sino sus antecedentes e impacto en las décadas posteriores, así como autores, grupos, talleres literarios y aparato crítico. El mismo autor lo define como un “periodo marginal, punk, periférico, disidente”, pues se recrea en años de transformaciones decisivas para el arte, con propuestas generadas a ras de suelo, como resistencia al status quo o desde la ruptura. La literatura, y en especial la poesía, se ejerció con plenitud en los movimientos políticos y sociales de la juventud setentera y ochentera, aliada, además, a las artes gráficas o al rock, entre otras manifestaciones culturales.

    Corazón de metralleta se divide en cinco capítulos que nos orientan de manera cronológica. Primero, establece los antecedentes de la literatura jalisciense a partir de las primeras publicaciones impresas, en el siglo XIX, hasta bien entrado el siglo XX con sus diversos autores, obras y aportaciones, además del movimiento que se gestó en el rock y en la literatura de la onda. El Capítulo II se centra en el movimiento poético y editorial de Guadalajara en los años setenta, con énfasis en algunos poetas protagonistas de la época, la Generación del 54, los poetas disidentes y los primeros talleres literarios en la capital tapatía. El capítulo III lo dedica a las publicaciones literarias en los años setenta, algunas poco conocidas, desde Papeles al sol hasta Peñola. El cuarto capítulo del libro se centra en la literatura durante los años ochenta y, finalmente, el quinto capítulo describe las distintas publicaciones periódicas que aparecieron en este último periodo, desde Campo abierto hasta Alimetrías.

    El libro no sólo muestra un panorama completo de esas dos décadas, sino que es un detallado ejercicio de indagación, interpretación y reflexión crítica a partir de los autores y sus obras. Coincido con Celia del Palacio, quien en el prólogo del libro expresa las limitaciones para acceder a documentos y datos relacionados con el tema; sin embargo, se sobrepone el oficio y la perseverancia de Pedro para rastrear, recuperar y presentarnos libros, plaquettes, revistas o fanzines, los cuales no sólo están dispersos en archivos y bibliotecas públicos o particulares, sino que incluso algunos deben tener un acceso pedregoso o están desaparecidos.

    También debemos reconocer en nuestro investigador la honestidad al referirse a Guadalajara y no a Jalisco como objeto de esta investigación, pues no hay afán de abarcar un campo aún desmembrado, como suelen aventurarse otros investigadores. Si bien, el núcleo cultural y literario del estado se concentra en la zona metropolitana, hubo y hay autores y grupos dignos de interés en otras ciudades y regiones que suelen pasarse inadvertidos desde el centro y se requeriría una labor más compleja para indagar y procesar su aportación a la literatura jalisciense. Lo cierto es que Corazón de metralleta es una obra disciplinada y pormenorizada que contribuye a construir una aproximación a esa literatura “estatal”, pues, reitero, cada región y época tiene particularidades que la vuelven heterogénea.

    Otro acierto del libro es que, aunque se trate de un periodo relativamente corto, dos décadas, el umbral de impacto para nuestra literatura es muy amplio y tiene intrincados lazos con movimientos literarios en otros lugares del país, donde también abrevaron algunos de los autores tapatíos. Por otra parte, reconoce asimismo que del cúmulo de escritores que participaron en las publicaciones de la época, algunos se perdieron y no lograron consolidarse.

    Es este, pues, un libro digno de consulta, que nos ofrece la perspectiva, anteriormente fragmentada, de una Guadalajara siempre viva para las letras, de la cual han surgido narradores, poetas, dramaturgos y ensayistas fundamentales, dignos de releerse. Una generación que abrió rutas para quienes llegaron en la década de los noventa y para quienes aún construyen esta literatura local (y al mismo tiempo universal), en un acto que el mismo Pedro Valderrama reconoce como “la palabra inacabada”.



8.1.24

Los fracasados de Mariano Azuela: un recorrido histórico por Lagos de Moreno de finales del siglo XIX a principios del XX

 

Fue un placer cerrar el 2023 con la recepción de este libro en el que José Espinosa Limón ha vertido silenciosamente varios años de trabajo, reuniendo y procesando información de bibliotecas, archivos y repositorios, mediante un riguroso trabajo de campo y de gabinete. Los fracasados de Mariano Azuela: un recorrido histórico por Lagos de Moreno de finales del siglo XIX a principios del XX se une hoy al patrimonio documental de Lagos de Moreno, pues no sólo revela datos que permanecían en la sombra, sino que abre nuevas líneas de investigación sobre nuestra región.

Se trata de una reflexión exhaustiva que realizó Espinosa Limón partiendo de una obra de ficción, Los Fracasados, para recuperar parte de la memoria histórica, social y política de Lagos de Moreno en un periodo que nutriría la potente obra de Mariano Azuela y lo convertiría en el novelista mexicano más relevante de la primera mitad del siglo XX. Es un análisis sobre el contexto en el que se gestó esta obra literaria y el poder testimonial que puede representar la narrativa en el imaginario colectivo.

Si bien, Los fracasados (1908) no alcanzó la fama de las obras posteriores de Azuela, es una novela de transición, escrita in situ por el entonces joven médico de pueblo, aún sin la etiqueta de la “revolución”, pero superando el naturalismo de María Luisa, la cual había sido publicada apenas un año antes y escrita en la década anterior. Como lo señala Rogelio López Espinoza en el prólogo, y refiriéndose a Azuela, Los fracasados es “producto del análisis y la observación de la asfixiante sociedad laguense en la cual se desenvolvía”. Quizá por eso encubrió el nombre de la ciudad por el de Álamos del Sagrado Corazón, apelativo que también enuncia el ambiente religioso de entonces.

Acostumbrados a las reseñas que nos hablan de una relativa paz en la primera década del siglo XX laguense, este libro confirma que no era así, sino que anidaban las evidentes hipocresías de una ciudad pequeña, motivadas por esa inevitable convivencia de sus habitantes, quienes no podían desprenderse unos de otros a pesar de cualquier diferencia ideológica o socioeconómica. Era vigente la tensión entre liberales y conservadores, entre el poder clerical y el oficial, entre clases dominantes y oprimidos…

A lo largo de estos seis capítulos documentados con cuidado y la reflexión que hace de la obra de Azuela y su entorno, Espinosa Limón enfatiza la preocupación del novelista por una narrativa verídica, en la que subyacía una identidad colectiva.  Para ello, el novelista utilizó episodios, expresiones y escenarios locales, así como personas reales para construir sus personajes, como es el caso del párroco Gregorio Retolaza o de su amigo el poeta José Becerra, encarnados en la novela por el cura Cabezudo y el licenciado Reséndiz, respectivamente.

Escribe José que “si tuviéramos que definir el tema principal en la novela de Los fracasados de Mariano Azuela en un sentido histórico, éste sería sin duda alguna el de las relaciones existentes entre sociedad, Iglesia y autoridades políticas en una pequeña ciudad de Jalisco como lo era Lagos de Moreno a principios del siglo XX” (pag. 117). Es por eso que dedica uno de sus capítulos a relatar el conflicto político y religioso sucedido en 1905 en Lagos y que dio elementos para el argumento de la novela, no sólo como prueba de que las pugnas del siglo XIX permanecían vigentes, sino que en cualquier momento podrían estallar a mayor escala, como sucedió efectivamente en la revuelta cristera, dos décadas después.

Por otro lado, y paralelamente a cualquier conflicto, José muestra los méritos de dicha sociedad en su búsqueda de “progreso” y “modernidad” material y cultural, y en algunos de los capítulos se refiere a varios referentes de orgullo laguense en la novela, como lo fueron el ferrocarril, el tranvía, la fábrica “La Victoria”, las obras del Padre Miguel Leandro Guerra o el teatro José Rosas Moreno, entre otros. Si bien, no son elementos fundamentales para la trama de Los fracasados, constituyen los anhelos de una sociedad en movimiento que buscaba renovarse, y construir sus propios equipamientos, infraestructura urbana y servicios públicos, aún con las desigualdades y precariedad de la pequeña provincia frente al centralismo de las capitales.

Finalmente, hace hincapié también en los diversos intentos separatistas que desde Lagos de Moreno se promovieron durante varias décadas, con el interés de formar un nuevo estado, y que fueron (y son) un síntoma de un permanente acento autónomo e inconformidad en los laguenses con relación a Jalisco.    

Con este libro, José Espinosa Limón ratifica el valor social que la narrativa de Mariano Azuela nos ha heredado y la relevancia de Los fracasados con respecto a la personalidad de Lagos de Moreno. A partir de hoy, debemos seguirle la pista a nuestro joven investigador y esperar nuevos retos, con libros como el que hoy presentamos, no concluyentes, sino que abren nuevas vertientes de investigación sobre nuestra identidad.